En el imaginario personal figuran historietas, anécdotas y recuerdos.
Quizás inventados de cosas malas que sucedieron en tal día como hoy.
Ves que la gente cruza los dedos y murmura por lo bajito:
“Martes trece.
Uf, seguro que pasa algo malo”.
Y pasa, claro que pasa.
Pero no más de lo que pasó ayer ni menos de lo que pasará mañana.
En esto, como en tantas otras cosas, nos creemos el ombligo del mundo porque el día internacional de la mala suerte en las culturas anglosajonas es el viernes y trece y no vamos a comparar, faltaría más.
Lo que sí está claro es que el trece es un número fatídico (dicen) aunque yo no me he dedicado a investigar los porqués.
De verdad que no acierto a comprender bien en qué puede afectarnos que los días de la semana correspondan con una numeración u otra.
Si los ingredientes de nuestro pastel personal de la vida están bien ligados y en la proporción justa no veo yo que ninguna influencia ajena a nuestra voluntad pueda interferir para estropearnos el postre.
Si el lunes 12 nos hemos acostado moderadamente felices, lo lógico es que el martes 13 nos despertemos con la misma sensación de bienestar.
Y, arrastrándola, conformaremos el día de hoy con el mismo o parecido patrón que el de ayer.
Porque las desgracias ocurren todos los días de la semana y los milagros, si tienen que ocurrir, puede que lo hagan en martes y trece.
Así que hoy voy a estar muy atenta a todo cuanto acontezca de inusitado en mi vida.
Incluso los pequeños detalles también los voy a tener en una consideración especial.
Una llamada inesperada…
Un encuentro en alguna esquina diferente,
Un detalle que, otro día que no fuera hoy, pasaría desapercibido.
Por el contrario no responderé a la llamada dudosa
Evitaré el encuentro no del todo amigable y me fijaré, atrayéndolo
Unicamente en lo positivo.
El martes y trece para quien crea en él.
En fin.
La Alquimista
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