Mi pareja me dejo por alguien más joven
Alejandra Stamateas
Crónicas 20:15:
«Y dijo Jahaziel:
«Escuchen, habitantes de Judá y de Jerusalén, y escuche también Su Majestad.
Así dice el Señor:
«No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército, porque la batalla no es de ustedes sino mía».
Este tema es como la película en donde el actor se enamoró de una chiquilla de veinte años.
Hay hombres que cuando llegan a cierta edad, especialmente después de los cuarenta y pico, comienzan a sentir urgencias emocionales.
Lo que tal vez nunca sintieron hasta ese momento, una necesidad emocional, una necesidad de expresar sentimientos, a partir de esa edad aparece.
Es posible que se deba a que hasta ese momento ese hombre estuvo luchando a nivel material para conseguir ciertas cosas, pero ahora es como que necesita abrir su campo emocional.
Y esto sucede alrededor de los cuarenta y pico de años hasta un poco más de los sesenta años.
Estos hombres piensan que si no viven en plenitud ahora, no lo van a lograr nunca más.
Son como condenados a muerte que dicen:
«O lo vivo ahora o se me pasa el tren y no lo voy a agarrar nunca más en la vida», por eso llamé a este mensaje
«El último tango en París»
Porque es como que se fuera a bailar el último tango y de ahí nunca más.
Por eso dicen:
«Se me dio esta oportunidad y no la voy a dejar pasar»
Como si hubiese tenido una sola oportunidad en su vida, pero él, por la edad que tiene, siente que es:
«El último tango en París».
¿Qué busca un hombre maduro en una mujer joven?
Demostrar a otros que son hombres exitosos.
En algunos ámbitos, salir con una mujer joven está bien visto; le da estatus al hombre.
Por ejemplo, a un empresario que hace negocios tener colgada del brazo una mujer joven y atlética, le da cierto estatus, demuestra a otros que es más exitoso por esa conquista.
Hay muchos hombres que son muy competitivos con otros varones, y sentir que pueden con una mujer joven, que la ganó, es como mostrar que es exitoso.
No sentirse viejos.
Hay un refrán que dice:
«El hombre tiene la edad de la mujer que ama».
Y es que para muchos hombres, estar con una mujer joven implica contagiarse la edad de esa mujer, volver a tener veinte, veinticinco, treinta años.
Entonces eso lo hace sentirse joven.
Estos hombres dicen:
«Si yo estoy con una mujer joven, me va a contagiar su alegría y su juventud».
Leía en una revista que Martín Redrado está con Luli Salazar.
Y hay mucha diferencia de edad entre ellos.
Luli dice que él está con ella porque se divierte cuando están juntos.
Por ejemplo, ella lo llevó a la montaña rusa en el carrito de adelante y él tuvo que tener agallas, pero se súper divirtió.
Ese hombre estuvo toda la noche con ganas de vomitar y mareado
¡Pero estaba al lado de Luli Salazar!
¿Qué buscan?
Diversión.
Si tu marido te dice a vos:
«Vamos a la montaña rusa en el carrito de adelante», vos le decís:
«No, gracias, dejá»; pero la de veinte le dice:
«¡Sí, dale!
¡Vamos, papá!».
Es decir, es una manera de no asumir la edad, o de no asumir cierta etapa en la vida, porque ellos creen que se les va a contagiar la juventud.
No luchar con un juego de poder.
A cierta edad de una pareja, cuando los dos han logrado cosas, ya se van equiparando, ya no hay tanta diferencia entre el hombre y la mujer.
Por eso, con una mujer joven, los hombres siempre se sienten más inteligentes, más sabios, más experimentados, y pueden hacer de protectores de estas mujeres jóvenes.
En cambio, las mujeres más grandes ya han logrado cierto nivel, han adquirido experiencia y se les asemejan.
De este modo, se plantea una competencia de conocimientos, de sabiduría y de experiencia que en una relación donde el hombre es más grande y la mujer es más joven no existiría porque él se convertiría en el todopoderoso y el padre de esa chiquilla.
Y se buscan chicas más jóvenes que están menos preocupadas que las mujeres grandes que tienen otras responsabilidades, otro nivel de preocupación y con quienes no hay luchas de poder.
Las mujeres grandes ya saben, ya vivieron, ya tienen experiencia; en cambio, con mujeres jóvenes, el hombre le va a enseñar todo a ella, le va a hacer conocer el mundo, le va a decir cómo tomar decisiones, le va a decir cómo hacer un negocio.
Ahí no hay lucha, no hay juegos de poder, y al hombre le encanta sentirse superior, le encanta sentir que sabe más, le encanta que la mujer le diga:
«¡Ah!
¡Cómo sabés!
¡Qué inteligente que sos!
¡Cuánta experiencia que tenés!»; y las jóvenes le dicen todo eso.
Demostrar que se han superado.
Estos hombres quieren demostrar que han adquirido experiencia en cuestiones de amor y que superaron sus miedos.
Tal vez, de jóvenes no se atrevían a encarar a una mujer, a tener una relación, pero ahora como son grandes dicen:
«Yo ya adquirí experiencia, ya vencí mis miedos.
Ahora yo me pudo levantar a quien sea:
A una grande y a una piba también».
De alguna manera sienten que ya avanzaron, y quieren demostrar que ya perdieron sus miedos y se superaron.
Desaferrarse.
Esto es muy importante, especialmente para las que tenemos más de cuarenta y cinco años.
Existe un síndrome llamado:
«Síndrome del aferramiento» que ha sido muy estudiado.
Hay hombres que están aferrados a una mujer como si esa mujer fuera una mamá, y les cuesta mucho desaferrarse de esa mujer, porque con ella tienen paz, tranquilidad.
Ella les plancha las camisas, les tiene la comida preparada, les dice cómo tienen que hacer, los consuela cuando están mal o les hace mimitos cada tanto.
Entonces, llega un momento en la vida de estos hombres en que se sienten absorbidos por esta relación, se sienten agotados, porque tienen una mamá falsa al lado, una mujer que no es la mamá verdadera, pero que cumple su rol, aunque debería ser su esposa y no su mamá.
Estos hombres sienten una sensación de ahogo.
Dicen:
«Mi mujer me dice cómo hacer las cosas, me manda para acá y para allá, me reta cuando hago las cosas mal, ¡me trata como si fuera un hijo adolecente!».
Y ellos quieren desaferrarse de esa sensación de ahogo, quieren desaferrarse de esa mujer, y por eso tienen una aventura extramatrimonial obviamente con alguien más joven, porque no quieren repetir la escena de una mujer de la misma edad que se trasforma en una madre que los ahoga.
Pero estos hombres que tienen esta relación extramatrimonial vuelven nuevamente a su casa con su esposa.
Y por eso las esposas de estos hombres pueden decir que han perdido una batalla pero no la guerra.
Ellos siempre vuelven porque han tenido esa experiencia, pero son tan inseguros que necesitan volver a esa relación donde la esposa le hace de madre.
Pero nosotras no cumplimos ese rol…
¡Nosotras somos madres de nuestros hijos nada más!
Mujer, cuando te veas haciendo de madre, correte de ese rol.
En definitiva, estos hombres en esta etapa de su vida están necesitando conocerse un poquito más y conquistarse a sí mismos.
No se trata tanto de una relación con una mujer joven, sino de lo que ellos están buscando en esta etapa en la que tienen que soltar ciertas cosas, adaptarse a algo nuevo, y a veces se les torna muy difícil y piensan que con una mujer joven todo esto lo van a lograr.
Pero nosotras sabemos que no es así, que no lo van a lograr.
¿Qué pasa con las esposas de estos hombres que están en esa edad?
¿Qué pasa con las mujeres cuyas parejas se fueron con una chica más joven?
¿Qué pasa con las que tienen el temor de que su esposo se vaya a cierta edad con una chica más joven?
Yo quiero que les quede bien claro que hay una actitud mental ,y quiero hablarles a todas las mujeres y hombres porque les pasa a algunas personas, no a todas, que nos puede causar muchas pérdidas en cualquier área de la vida:
El miedo a la pérdida que puede causar pérdida.
Es esa actitud mental donde todo el tiempo estás pensando que podés perder a alguien o algo, ya sea dinero, amistades, parejas, hijos, status, trabajo, lo que sea.
¡Y es ese miedo el que te hace en realidad perder!
El solo hecho de tener el miedo ya te hace una persona perdedora en cualquier área de tu vida.
El miedo a la pérdida es una actitud mental.
No es que pierdo algo, sino que temo perder algo.
Por eso, para cualquier área de nuestra vida, debemos aprender a activar una clase de fe que es la «fe sin miedos», porque uno puede activar la fe sin miedos o ser una persona de fe con miedos.
¿Qué es la fe sin miedos?
Les voy a dar el ejemplo de la publicidad de televisión en donde se ve a una mujer que entra a un negocio con tacos altos y va caminando muy orgullosa, pero de pronto se cae.
En la publicidad muestran como ella se pone de pie y dicen:
«Retroceder, nunca; chatitas, jamás».
En este caso se trata de eso, de la fe de no retroceder nunca.
Podría de darte un montón de maneras en que vos podes tratar de ver cómo no perder a ese hombre, cómo hacer para que esa pareja tuya no se vaya con una mujer más joven.
Te puedo aconsejar:
«Volvete joven,
Cambiate el look, empezá a usar escotes, hacete más sexy, más sensual, no seas tan aburrida, y sacá las dos entradas para el parque de diversiones y andá a la montaña rusa.
O dale el ultimátum y decile que si te es infiel, si te engaña con una mujer más joven, se va a tener que olvidar de vos.
Te podría dar un montón de tips que también podés leer en las revistas, pero hoy te estoy hablando de tener una fe sin miedos.
Cuando las mujeres tomamos decisiones, esas decisiones siempre nos tienen que ayudar a avanzar.
Toda decisión que tomes te tiene que ayudar a avanzar en la vida, no a retroceder.
Toda decisión que tomes debe respetar tu dignidad de ser humano, nunca clausurar tu dignidad, nunca hacer algo y volverte menos digna por hacer eso.
Nunca tenés que decir:
«Bueno, lo voy a hacer.
No importa que me rebaje con tal de retenerlo».
Toda decisión siempre tiene que respetar tu dignidad, tiene que ayudarte a crecer y a sentirte mujer.
Por eso es tan importante aprender a tomar decisiones.
Una vez hablaba con una mujer que me decía:
«Alejandra, mi marido me hizo la vida imposible:
Me decía que yo no era inteligente, que yo no era buena haciendo negocios y muchas cosas más.
Un día salí al balcón de mi casa y me quería matar, porque yo tenía de todo, pero sin embargo, a pesar de tener de todo, yo me sentía como en una cárcel.
Sentía que siempre tenía que ser mejor para él y que nunca iba a ser la mujer perfecta que él estaba buscando, y él me lo hacía saber:
«Me decía:
«Vos todavía tenés que ser mejor para estar conmigo, porque no cualquier mujer está conmigo.
Tenés que ser más perfecta», y yo trataba de hacer de todo para ser lo que él me pedía que fuera, pero nunca lo lograba».
Esta mujer empezó a tomar decisiones que le quebraron su dignidad.
Nunca tomes una decisión que te quite tu dignidad, porque en Cristo somos más que vencedoras y no necesitamos rebajarnos.
De eso se trata la fe sin miedos, de no retroceder nunca.
La Biblia dice:
«No pienses que el que duda recibirá algo del Señor».
Y es que la fe que cuando a tu fe le unís el miedo, vos estás creyendo en dos poderes; y La Palabra dice que el único poder lo tiene Dios, que el único poderoso es Dios.
Entonces, cuando a tu fe le sumás el miedo, vos estás creando un fantasma, un poder falso, un poder que no existe, porque el único que tiene poder sobre tu vida es Dios.
Supongamos que vos tenés miedo de pasar por debajo de una escalera y decís:
«No, yo por debajo de una escalera no paso
¡A ver si todavía me pasa algo!
Y soy cristiana, pero igual, por las dudas, por debajo de una escalera no paso».
Fijate que al agregarle el miedo a la fe que tenés, ya creaste dos poderes dentro tuyo:
El poder de Dios:
«Que me puede ayudar y tal vez no pase nada».
El poder de vaya saber quién:
«Que por pasar por debajo de la escalera tal vez se me caiga encima y la escalera me termine matando».
Creaste dos poderes, y uno no puede vivir dividido en la vida; uno tiene que ser íntegro, y si Dios te dijo que estás en su mano es porque estás cuidado en la mano de Él.
¿Qué significa tener fe sin miedo?
Es tener una mente tranquila.
Y esto que te voy a decir es muy importante para cualquier área de tu vida; para problemas matrimoniales, problemas económicos, problemas con tus hijos, problemas con tu casa, con lo que sea:
Tener una fe sin miedo es apartar tus manos mentales de ese problema.
La mente tiene manos, y nosotros queremos agarrar el problema con nuestras manos mentales.
Por ejemplo, hay mujeres que están todo el día preocupadas, están todo el tiempo preguntándose, pensando en que se va a ir con otra mujer más joven porque
«Yo ya no soy joven, no soy tan linda; ya no le atraigo, no le resulto sensual porque yo ya me estoy poniendo grande», y vos agarrás con tus manos mentales tu problema.
Pero Dios te dice:
«Si querés ser una mujer de fe, sacá tus manos mentales del problema y poné Mis manos en tu problema».
Tenés que sacar tus manos para poner las manos de Dios en el problema.
Porque el único que puede darte una solución, el único que puede darte tranquilidad mental es Dios, el Rey de reyes, el Señor de señores.
Tu decisión tiene que ser:
«Voy a sacar mis manos mentales de esta situación.
Si estás pensando constantemente:
«¿Qué va a pasar con mi matrimonio?
¿Qué va a pasar si él se enamora de una mujer joven?
¿Qué va a pasar si me abandona?
¿Qué va a pasar si me deja?
¿Qué va a pasar si no consigo ese trabajo?
¿Qué va a pasar si me despiden del trabajo?
¿Qué va a pasar si me aumentan el alquiler y no tengo dinero para pagarlo?
¿Qué va a pasar si me enfermo?
¿Qué va a pasar si mi pareja se enferma y no puede seguir trabajando?»
Vos ponés todas tus manos mentales en el problema y no le permitís a Dios obrar en esa circunstancia.
A tu fe le estás agregando el miedo como condimento, y cuando a la fe le agregás el condimento del miedo
(«Puede ser como puede que no sea»; «tal vez Dios lo solucione, tal vez no»; «puede que tenga la victoria, pero puede que no la tenga»; «quizás me sane, quizás no»), estás creyendo en dos poderes, en vez de confiar en el único poder en tu vida, en el poder de Dios que está a nuestra disposición.
Crónicas 20:5-9 cuenta que en una oportunidad, mientras Josafat era el rey de Israel, un gran ejército iba a atacar al pueblo judío.
Entonces, todos los habitantes de Judá decidieron juntarse con el rey Josafat para pedir la ayuda del Señor.
¡Qué buena disposición la del pueblo!
Ellos se juntaron con el rey y juntos dijeron:
«Todos vamos a orar, vamos a pedir la ayuda del Señor porque viene un ejército grande, un problema grande que no podemos resolver».
Y fijate qué interesante:
Josafat, delante de todo el pueblo, se pone de pié y empieza a hablar con Dios.
En el versículo 9 de el pasaje dice:
«Dios, vos nos prometiste que cuando nos sobrevenga una calamidad o un castigo por medio de la espada, o la peste o, o el hambre (o el problema por el que estás pasando, la situación que viene amenazar tu paz, que viene a amenazar tu vida, que te trae miedos, confusión, ganas de llorar o angustia), si nos congregamos ante ti y clamamos a ti en medio de nuestra aflicción.
Tú nos escucharías y nos salvarías».
Esa es la promesa que tenía Josafat, y se lo recuerda a Dios:
«Dios, en este momento frente a este ejercito tan grande que viene en contra nuestra, nosotros somos tan pocos y no estamos equipados para enfrentar este problema, esta crisis tan grande.
¡No sabemos qué hacer!».
Imagínense un rey delante de todo el pueblo diciéndole a Dios:
«¡No sabemos qué hacer!».
Josafat le estaba diciendo:
«Ya hemos metido mano en esto, pero no nos da resultado porque el ejército es grande.
No podemos meter más mano en esta situación; no sabemos qué hacer».
Es decir, este hombre habló de corazón, sinceramente.
Y
¿Qué podés hacer vos?
Ya te dije, podría darte mil recursos; hacete la loca, dale el ultimátum, decile:
«Nunca más entrás en esta casa», hacete la nena, prometele que nunca más vas a hacer de mamá, pero hay un momento que uno dice:
«Yo ya no sé qué hacer, porque mi marido ha pasado por una crisis, está en una etapa difícil, él se está tratando de reencontrar.
Él piensa que se le acaba la vida, que ésta es su última oportunidad:
«El último tango en París»
Y lo quiere bailar, pero no lo quiere bailar conmigo, lo quiere bailar con otra…»
Y entonces, como Josafat, no sabés qué hacer.
¿Y cuál fue la respuesta de Dios?
«Quédense quietos en sus puestos; no tengan miedo ni se acobarden, porque la batalla no es de ustedes sino mía».
¡¿No te encanta que Dios te diga eso:
«La batalla no es tuya, la batalla es mía»?
! La batalla es de Dios, ¡y Dios no perdió nunca ninguna batalla que peleó por nosotros!
«Quédense quietos en sus puestos para que vean la salvación que el Señor les dará.
Yo, el Señor estaré con ustedes».
Quitá tus manos mentales de la preocupación, quitá tus manos mentales de tus problemas, quitá tus manos mentales de tu crisis y poné en lugar de tus manos las manos de Dios.
¡Estate quieta, porque el Señor pelea nuestras batallas!
¿En qué situación del día de hoy estás poniendo tus manos mentales?
Yo sé que es difícil sacar la preocupación de nuestra vida, pero si no la sacamos, nos consume.
Tal vez nos preocupamos por cosas que no ocurrieron y que nos estamos imaginando, que estamos pensando y decimos:
«Tal vez en algún momento lo tenga que vivir».
¡Quitá tus manos mentales y poné las manos de Dios!
Hace un tiempo una mujer me decía:
«Yo tenía un gran problema, y me fui a una iglesia, la primera que encontré.
Entré y había una imagen de Jesús, y yo puse las manos mías en los pies de Él y dije:
«Acá está mi vida, te la entrego a tus pies».
Y mi vida cambió totalmente.
¡Jesús me la cambió!».
Yo quiero decirte que a veces ponemos nuestras manos mentales porque tenemos la iniciativa de hacer, obvio que sí, porque tratamos de resolver nosotros mismos nuestros conflictos.
Pero tenemos que saber que hay cosas que podemos resolver, pero también hay momentos en los que tenemos que parar, como hizo el rey Josafat que dijo delante del pueblo:
«No sabemos qué hacer».
¿Te pasó alguna vez no saber qué más hacer?
Cuando no sabés qué más hacer, quitá las manos mentales y decile a Dios:
«Ponete vos en este asunto, yo me voy a otra cosa, porque me dijiste
«Estate quieta que Yo peleo por vos».
Yo quiero que veas dónde tenés tus manos mentales puestas, en qué área, en qué situación conflictiva que no le encontrás salida.
Recibo tantos correos de mujeres que dicen:
«Probé de todo, Alejandra, pero no hay caso.
Este hombre se me va, no quiere saber nada, y aunque yo trato y juntos hicimos terapia de pareja, no hay caso.
¡No sé qué hacer!».
Yo quiero que veas en tu mente cómo sacás tus manos mentales de esa situación.
Sacalas y fijate cómo Dios pone su mano.
Agarré las manos de Dios y ponelas ahí, en esa situación.
Apoyá las manos de Dios en ese conflicto, apoyá las manos de Dios en ese problema, apoyá las manos de nuestro Dios amoroso en esa crisis que trataste de resolver haciendo de todo, pero que no pudiste solucionar.
Permití que el Señor haga, que el Señor pelee tu batalla, porque para eso está el Señor, para pelear nuestras batallas.
Cambiá tus manos por las del Señor y estate quieta como hizo Josafat, que puso adelante gente que alabara y cantara.
Empezá a cantar, a alabar, porque Él está peleando tu batalla y la victoria la vas a tener porque el Señor pelea nuestras batallas.
No hay dos poderes, hay uno, y es el poder de nuestro Dios.
No dividas el poder, no digas:
«Ay, no puedo más, el enemigo puede más, mi suegra puede más, esa chica de veinte puede más».
No dividas el poder:
El único poder que existe es el poder de Dios y Él pelea con ese poder alrededor nuestro.
Dios quiere que cambies tu temor, tu miedo, por confianza en Él.
Vos no confiás en cualquiera, confías en el Creador del universo, en el dueño de todo, en el único que tiene poder para hacer milagros, para cambiar vidas, para resucitar muertos.
Vos no confías en cualquiera, por eso Él va a pelear todas tus batallas y vas a tener la victoria.
Tus problemas están en las manos de Dios.
Amén.
por Alejandra Stamateas
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