Yo tengo algo
En Segunda Reyes 4 leíamos la pregunta que el profeta le hacía a una mujer que tenía una gran deuda y esa pregunta es:
¿Qué tienes?
Y es la pregunta que te hago hoy, porque la calidad de tu vida va a depender de cómo funcionas con lo que tenes y no con lo que no tenes.
Esta es la gran pregunta que Dios te va a hacer todo el tiempo:
¿Qué tienes?
Cuando el profeta le hace la pregunta a la viuda no quería que le diera un estado contable, quería que esta mujer reconociera que tenía algo para que entonces Dios pudiera hacer un milagro. Y Dios te pregunta ¿qué tenés? para ver si podés reconocer que él te ha dado algo y si decís, lo tengo, él se va a encargar de multiplicarlo.
La gran lucha interna que tenemos los seres humanos es entre lo que tenemos y lo que no tenemos, entre lo que podemos y lo que no podemos, entre lo posible y lo imposible.
Comenzó en el Edén.
Dios les dijo:
«Pueden comer de todos estos árboles pero de éste no»
Allí comenzó la lucha de eso imposible y la atracción de lo imposible.
Si vas al médico y él te dice, podés comer de todo menos pan, vas a ir en busca del pan, vas a pasar por una panadería y se te va a caer la baba por ver el pan, vas a comer pan a escondidas pero vas a querer comer pan porque tu lucha es entre lo que podés y lo que no podés, entre lo que tenés y lo que no tenés y en eso no hay problema porque todos los seres humanos queremos más.
Pero el problema es cuando te encaprichas con el imposible.
Ese el gran conflicto.
Tengo plata para irme a veranear a Chascomús pero quiero irme a París.
Tengo plata para tener un reloj, pero quiero una Ferrari y esa es la lucha interna entre lo posible y lo imposible.
Y el conflicto es cuando nos encaprichamos con aquello que es imposible.
Hay tres cosas que te pasan cuando te encaprichás por algo que no tenés.
Primero:
Si quiero lo imposible me voy a anclar allí y enganchar con cualquier palabra seductora.
Siempre va a aparecer una serpiente que te va a decir que lo que querés es mucho más fácil, que hay un camino mucho más sencillo para que pagues esa deuda, para que te sanes de tu problema, para que tengas una pareja.
Las mujeres generalmente hablamos más que los hombres.
Por ejemplo, las que están solteras, tenés un sueño, casarte con un hombre que te lleve a vivir al campo, te compre una casa, tengan siete hijos, porque para vos es el número perfecto y vas a ser muy feliz tomando mate con él en un gran parque que tenga esa casa y viviendo felices para siempre.
Conoces un hombre.
No sabes ni el nombre de esa persona, pero es un hombre y estás desesperada por tener una pareja.
Lo primero que hacés es contarle tu sueño, porque a las mujeres nos encanta contar los sueños que tenemos.
Le decís, quiero casarme, quiero tener una casa en el campo, quiero tener siete hijos y tomar mate y ser felices toda la vida.
Se lo contaste antes de saber nada de él.
Él te dice, es lo mismo que soñé para toda la vida.
Para mí el siete es el número perfecto, la cantidad de hijos perfectos, hay algo que pasa entre nosotros dos.
Y ahí ya no averiguaste nada porque te habló de tu sueño y te enganchaste.
Esa palabra seductora te sedujo, te enganchaste.
No sabes si este hombre tiene plata, si no tiene, como se llama, si tiene dientes, si no los tiene, lo importante es que te habló de los siete hijos y para vos ya está todo dicho.
Y te empezaste a enganchar en palabras seductoras.
Tenes un auto cualquiera, pero te gusta la Ferrari.
Viene un amigo o enemigo tuyo y te dice, tengo un amigo que vende una Ferrari.
No necesita plata, tiene mucha plata.
Te la va a vender por poca plata.
Dame a mí cincuenta mil pesitos que yo te hago el negocio.
Y se fue con los cincuenta mil pesos.
La Ferrari no apareció nunca, pero te habló de tu sueño.
Y cuando te hablan del sueño, algo se activa adentro, pero si te encaprichas con ese imposible y no sabes esperar el tiempo, cualquier persona te va a seducir.
El imposible hace que ponga fe en cualquier palabra.
Una persona enganchada en el imposible pone fe en cualquier pavada, en cualquier palabra que le dicen.
Y no tenes que poner tu fe en cualquier palabra que te dice cualquier persona.
Tu fe tiene que estar solamente puesta en la palabra de Dios, porque el único que puede hacer el imposible es Dios, el encargado de darte tu imposible solamente es Dios.
Por eso, no pongas fe en las palabras de la gente, no te enganches con cualquiera, no te enganches con lo que te dice cualquiera, no te enganches con cualquier promesa.
Hay personas que prometen pero después no pueden cumplir, no porque sean malas, sino porque no lo pueden cumplir.
Hay personas que prometen y después se arrepienten.
Hay personas que prometen y te están mintiendo.
La palabra de Dios es clara cuando dice que Dios no es hombre para mentir, ni hijo de hombre para arrepentirse.
Por eso, la única palabra que tiene autoridad y a la que le tenes que poner fe es la palabra de Dios, la promesa de Dios.
Abraham y Sara tenían una frustración que era la de no tener un hijo.
Lo único que tenían era una promesa de Dios.
Ellos querían tener ese hijo.
Y Sara lo envuelve a Abraham.
Le dice, te doy mi sirvienta, acostate con ella y vamos a tener el hijo de la promesa.
Dios viene a Abraham después que hace esto y nace un hijo.
Le dice, ese no es el hijo de la promesa, porque el hijo de la promesa viene con la esposa que tenés, no con la que no tenés.
Tu promesa viene con lo que tenés, no con lo que no tenés.
Decís, si tuviese otro marido que fuera más dulce conmigo, estaría sirviendo al Señor todo el día.
No es que vas a servir al Señor con lo que no tenes sino con el marido que tenes.
O decís, si tuviera otra mujer que no sea muy gastadora hoy sería multimillonario.
Vas a ser multimillonario no con la esposa que no tenes y pensas tener en algún momento sino con la que tenes, porque Dios multiplica lo que hoy tenes.
Y cuando una persona se encapricha en el imposible no espera el tiempo de Dios, lo que le pasa es que empieza a endiosar a otras personas.
Esto se llama;
«Espíritu de sumisión».
El otro sabe más que yo, el otro puede más que yo, toma mejores decisiones, tiene mejores ideas, es más inteligente que yo.
Por lo tanto, le entrego mi vida y mi sueño al otro para que me los administre y él me va a dar lo que no puedo conseguir por mi propia inteligencia y fuerza.
Cuando usted y yo fuimos creados, no porque átomos o elementos se juntaron y hemos nacido sino que hemos sido creados porque Dios quería que fuéramos creados, porque somos el deseo del corazón de Dios, por eso estamos en esta tierra.
Querida mujer, cuando usted fue creada, no fue porque Adán quería entretenerse con una mujer, fue creada porque Dios dijo, quiero que haya mujeres en este mundo, por eso somos el deseo de Dios.
Si somos el deseo de Dios somos de la misma naturaleza porque fuimos creados por el deseo del mismo padre.
Tenemos el mismo papá que primero nos deseó y por eso nos creó, porque quería que estuviéramos acá y porque somos de la misma naturaleza.
Tenemos la misma capacidad para lograr los sueños que Dios puso en nuestro corazón.
No es el otro el que te va a bendecir.
Tal vez Dios mande a alguna persona que te bendiga, pero lo importante es que no te frustres y si esa persona no te bendice, retené la palabra de fe, retené la palabra de Dios, porque si Dios te dijo que esa deuda se iba a cancelar, esa deuda este año se cancela.
El espíritu de sumisión hace que adores a la gente, hace que revistas a la gente, que les pongas ropas finas que ni vos te pondrías, te hace creer que el otro siempre es superior.
Deja de levantar ídolos porque cuando levantas un ídolo se te cae encima y te aplasta la cabeza.
No le agregues, mira al otro.
Les decía a las mujeres que después de la caída tenemos la capacidad de ver al otro desnudo.
Eso significa que lo veo sin sus títulos, sin sus logros, sin su inteligencia.
Veo cómo es esa persona y le doy gloria a Dios, porque si esa persona puede yo también puedo, porque hemos sido creadas de la misma naturaleza y por el deseo de un mismo padre.
¿Qué tienes?
¿Qué tenes en tu casa?
¿Qué tenes en tu cabeza?
¿Qué tenes en tu corazón?
¿Qué tenes en tu espíritu para que yo pueda empezar a hacer un milagro en tu vida?
Dios no te pregunta por lo que no tenes, Dios te pregunta por lo que sí tenes porque sabe muy bien que puso algo valioso dentro de vos y eso es lo que tenes.
Isaías 26:3
«Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz porque en ti confía».
¿Qué es una persona de carácter firme?
El que sabe que tiene suficiente para atraer a Dios y que él le multiplique lo que tiene.
Una persona de carácter firme es una persona que confía en sus capacidades y como confía en sus capacidades no puede ser engañado por nadie, por eso tiene paz.
Una persona que mantiene la paz es una persona que no puede ser seducida por nadie.
Es una persona que no puede ser engañada.
Un día Dios llamó a Moisés y le dijo, tengo una tarea para que hagas, quiero que saques a mi pueblo de la esclavitud.
Moisés le dijo, yo no soy el hombre indicado, no sé hablar.
Cuando me paro al lado de la gente me tiemblan las piernas, empiezo a transpirar, tartamudeo, repito muchas veces la misma palabra, no tengo elocuencia.
Llamá a otro porque no soy el hombre indicado, soy tartamudo.
Dios le dijo, tu tartamudez para mí es simplemente un detalle.
Estamos tan acostumbrados a hablar de nuestras fallas, de nuestros errores, de nuestros problemas.
A Dios no le interesa para nada ni tu error, ni tu falla, ni tu problema.
Les decía a las mujeres, déjense ministrar por la misericordia de Dios.
Aprendamos a ser ministrados por la misericordia de Dios.
Dios no quiere que le cuentes tus errores, tus dolencias o tus fallas.
No quiere que le digas, soy pobre, no tengo inteligencia, no tengo capacidad, nunca logré nada, a mí no me salen las palabras, no sé negociar, no sé administrar dinero, no sé darme cuenta cuando me van a venir a engañar.
Dios lo único que te dice es, todo eso para mí es un detalle.
Yo te he creado con un sueño y si confías en mi palabra, ese sueño se va a hacer realidad en tu vida.
Al de carácter firme lo mantendrás en paz.
Una persona de carácter firme es una persona enfocada en su sueño, en lo que tiene.
Esta es mi capacidad, esta es mi inteligencia, esta es mi fuerza.
Estas son las cartas que tengo en la vida para jugar, esto es lo que se me dio y con esto tengo que hacer algo porque si lo tengo empieza el milagro de Dios y la multiplicación.
Hace multiplicar lo que sí tenés.
David nació para gobernar.
Era un buen gobernarte, un buen rey, muy sabio.
Y un día tuvo un imposible en su corazón y como rey y con la autoridad que tenía quería lograr todo.
Te voy a construir, Señor, un templo maravilloso.
Voy a hacer un lugar, un santuario donde te podamos adorar.
A mí me gusta cantarte, así que dejame a mí que lo voy a construir.
Dios le dijo, no me vas a construir nada, porque esa no es tu asignación.
Te voy a dar un hijo, Salomón y a ese hijo le voy a dar ciertas cualidades, va a tener capacidad para ver lo bello, para las proporciones, para todo lo que tenga que ver con lo artístico.
Ese hijo sí me va a construir un templo, pero vos quedate con tu asignación, no corras la carrera de otro porque te he dado una carrera.
No te preocupes David, porque tengo una herencia grande para tu vida.
Solamente que hagas tu asignación, que hagas lo que te di para hacer.
No pienses en lo que no tenés, pensá en lo que si tenés y hacelo crecer, porque te voy a dar herencia grande.
Hay herencia grande para tu vida.
Pero no tengo la capacidad del otro, pero a mí no me sale como a él.
No importa, hay herencia grande porque hay una asignación que Dios te dio.
Contá lo que tenés porque si le mostrás a Dios lo que tenés, él va a venir con su milagro y va a multiplicar todo lo que tengas y lo imposible se va a hacer posible.
Hacé lo mejor con lo que tenés.
Eso no es que te vas a meter en un molde, yo sé hacer esto y nada más.
No, vas a tener imposibles adentro, pero mientras valorá lo posible, lo que si podés que tenés hoy.
Con eso Dios te va a prosperar, con eso Dios te va a sanar, con eso Dios te va a dar el negocio, con eso Dios te va a dar la pareja, con lo que sí tenés, no con lo que pienses tener en algún momento, porque Dios es el único que puede entrar en tu imposible.
Un día Jesús se durmió en la barca.
Estaban todos los discípulos y de pronto vino una gran tormenta.
Ellos fueron a despertarlo y él se enojó, calmó la tempestad, hizo lo que tenía que hacer.
Y a veces parece que en nuestra vida Dios se duerme porque estás en tu peor momento, sentís que no tenés nada y parece que Dios no te escucha, que se olvida de vos, que se está ocupando de otras cosas, que no te presta atención.
Encima sentís culpa porque decís, cómo Dios me va a escuchar a mí con todas las que me mandé.
Obviamente que a mí Dios no me va a contestar y parece que Dios se durmió.
Es bueno cuando Dios se duerme, es lindo cuando sentís que Dios está durmiendo porque si puede dormirse es porque confía en vos.
Es porque sabe que te dio algo y con lo que te dio es suficiente para que lo imposible venga a tu vida.
¿Qué es lo que tenés?
Hace dos años me invitaron a predicar a un congreso de mujeres en Chile.
Estuvimos en el congreso y cuando terminé de predicar a la noche nos fuimos con Silvana, mi asistente, al Hilton, un hotel 5 estrellas en una zona muy linda.
Cuando entramos, vamos al ascensor para irnos a la habitación y de pronto aparece detrás un hombre de raza negra altísimo y empieza a hablar en inglés.
No sé nada de inglés.
Me mira, me empieza a hablar y yo hacía que lo entendía y sonreía.
Subimos al ascensor y el hombre me seguía hablando.
Silvana me dijo después, te está invitando a tomar una copa.
Yo no entendí nada.
Nos empezamos a reír imaginando la escena.
Primero, que no tomaba alcohol y le iba a decir que era pastora.
Y me fui a la habitación.
Después de reírnos me enojé conmigo y dije:
¿Cómo puede ser que no sepa inglés?
Cómo puede ser, tanto tiempo y no sé inglés.
A mí estas cosas no me pueden pasar, no puedo pasar como una tonta.
Yo que le hablo a las mujeres y me enojé.
Y Dios me dijo:
¿Te acordás de una promesa que te hice?
Porque me había olvidado, porque uno se olvida de las promesas.
Estamos tan acostumbrados a escuchar promesas de la gente, que todo el día te dicen que te van a cumplir el sueño.
Te dije que eras mía y aunque hablen en ruso, en inglés, en español, en italiano, siempre te voy a estar cuidando.
No te olvides de las promesas de Dios.
No le creas a nadie más, no porque le tengas bronca a la gente sino porque los seres humanos fallamos.
Podemos prometer y mentir, podemos prometer y olvidarnos, podemos prometer y no cumplir, podemos prometer y arrepentirnos.
Pero Dios te ha prometido que va a estar contigo todos los días hasta el fin del mundo.
Todo lo que tenés dáselo al Señor.
Cuando era chica me peleaba con una de mis hermanas para ir a hacer las compras.
Esperábamos que mi mamá nos diera la orden para ir a hacerlas.
Cuando me tocaba a mí, ella me hacía una lista en una hoja con lo que tenía que comprar y me daba el dinero justo para comprar eso.
Más no había.
Yo iba al almacén y pedía al almacenero lo que tenía que comprar, pero siempre el almacenero ponía cuatro o cinco galletitas más en el cuarto kilo, ponía unos gramos más en la manteca que se vendía suelta, siempre ponía un poquito más y me cobraba lo que yo tenía.
No me cobraba más y me iba a mi casa feliz.
El almacenero me puso cinco galletitas más, en mi casa eso era un montón.
Así es Dios, le das lo que tenés y como decía el pastor Bernardo por su gracia te multiplicará.
Él siempre te va a dar más, siempre te va a decir, no te preocupes por el imposible, porque los imposibles son mi especialidad.
Dame lo que tenés, trabajá con lo que tenés que yo me hago cargo de lo que no tenés.
¿Qué tenés?
Hoy quiero que hagas una evaluación de lo que tenés materialmente, de lo que tenés espiritualmente.
¿Cuánta fe tenés dentro de vos?
Porque con esa fe alcanza.
No digas, tendría que tener la fe de aquella, ese sí tiene fe, no, con tu fe te alcanza.
¿Qué tenés?
Y entregasela al Señor que va a venir lo imposible.
Él se va a encargar de multiplicarlo.
Reconoce lo que él te ha dado porque lo va a multiplicar a partir de hoy.
Si el Señor está durmiendo en tu vida, quedate tranquilo.
Si él puede dormir con vos es porque confía en vos.
Él dice, sé que podés, sé que te di para que puedas.
Yo confío en vos.
Alejandra Stamateas
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