Sin Culpa
Cuando tengan que resolver sus propios conflictos dirán: «He vista a una mentora, un mentor impresionante, yo sigo adelante como mi mamá, como papá».
La pregunta es: ¿querrán nuestros hijos ser como nosotros? ¿Querrán tus hijos parecerse a vos? No estoy diciendo ser iguales… ¿Querrán extraer cosas importantes de vos? ¿Querrán extraer de tus luchas, de tus peleas y de tus batallas, lecciones importantes para su propia vida? ¿Ó te están viendo destruida, derrotada, hecha bolsa? ¿Ó ven que la peleás y salís en victoria? A un hijo le estás enseñando todo el tiempo, le hables ó no, estés con ellos ó no. Hay algo que les estás diciendo; por lo tanto, peleá por tus victorias para que tus hijos no tengan que pelear más por ese mismo problema. Y te puedo asegurar que les vas a dejar una herencia: mamá, papá la pasó mal pero han salido en victoria.
3) Un padre es cobertura
Bendice, provee, enseña con su propia vida, y un padre también es cobertura. La cobertura se dá a través de la disciplina. Hay hijos que no están cubiertos porque no tienen límites, porque no tienen disciplina. Un límite es la piel que los seres humanos tenemos para protegernos en el futuro. Por eso a tus hijos tenés que ponerles límites. No es fácil para nosotros ponerles límites, por la culpa de no estar tanto con ellos, etc. Pero el límite tiene que estar porque les da seguridad.
Dice el Salmo 23 «En la casa de Jehová moraré por largos días», pero hay otra traducción mejor que dice: «A la casa de Papá volveré». Pase lo que te pase, hayas sufrido lo que hayas sufrido, si vos un día estuviste en la casa de Papá, siempre vas a querer volver porque no hay nada como los brazos de papá. Dios tiene algo preparado para tu vida; aunque te hayas ido lejos un día vas a decir: «A la casa de Papá volveré». Y eso es lo que tienen que decir nuestros hijos: «A la casa de mamá yo voy a volver, a la casa de papá voy a volver». No para quedarme debajo de tus alas; volver porque le gusta estar con vos, y volver a irse, tal vez. Cuando ellos estén volando solos, así como David decía: «A la casa de Papá volveré». Yo sé que pase lo que pase tengo un lugar en la casa de mis padres.
¿Te tienen confianza tus hijos? ¿Creen en vos tus hijos ó te tienen miedo, ó te perdieron el respeto porque sos la loca? ¿Te consideran depresiva, histérica, una mujer que nunca logró nada, una pobre mujer débil, que empieza las cosas pero nunca las puede terminar? ¿Esa es la imagen que tienen tus hijos de vos? ¿Cuál es la imagen que le estás dejando a tus hijos? ¿Cuál es la mamá que ellos tienen? Y esa pregunta te la tenés que hacer vos, antes que se la hagan ellos. Antes que ellos se pregunten quién es mi mamá, qué es mi mamá, y qué hizo mi mamá, te lo tenés que preguntar vos. Sos un modelo para tus hijos, pero no un modelo porque hacés las cosas bien; sino porque la peleás y seguís peleándola hasta salir adelante; eso es ser un modelo. Modelo no es perfección; es el que pelea pero sigue batallando hasta obtener la victoria.
¿Qué hace el enemigo? Vos para tus hijos sos como el cielo, la altura; a veces se les hace difícil alcanzarte porque el enemigo pone un montón de cosas en el medio, entre vos y tus hijos, para que nunca lleguen a ver la bendición.
Por eso tu hijo te critica tanto, se molesta por tantas cosas, no te puede respetar;
porque hay cosas, estorbos, que el enemigo construyó en el medio para que no te puedan ver y para que vos no puedas ver el hijo bendecido que tenés.
Por eso vos también te quejás de tu hijo; decís: «es un vago, es un atorrante», «ésta es una loca», «éste no tiene dos dedos de frente», «éste no va a llegar a ningún lado», «éste es un mal tipo, se junta con malas compañías». Porque el enemigo te pone un montón de cosas para oscurecerte la visión.
Y eso mismo es lo que hace el enemigo con nosotros y Dios: construye un montón de edificios altos para que no podamos ver a Dios. Quiero decirte que así como es tu cielo, así va a ser tu tierra. Si vos no podés ver el cielo, en tu tierra va a haber pobreza. Pero si vos te das cuenta que en el cielo vive el Dios Todopoderoso y que Él ha decidido descender a bendecirte, entonces si tu cielo es grande, tu tierra también va a ser grande.
Hay un Dios que está esperando bendecir tu vida, por eso tenés que sacar todos los edificios que Él construyó y que no te permiten ver a Dios, para que puedas ver la pureza de Dios, y entonces decir: «Señor, yo sé que tienes para mí una bendición; todavía no lo pude ver, el enemigo me puso problemas, situaciones difíciles, problemas de salud, problemas económicos, todavía no tengo mucha fe, no la puedo desarrollar y todo eso me nubla la visión; pero yo sé que tengo un Dios grande, un Dios que todo lo puede, un Dios que todo lo tiene y un Dios que sabe dar bendición. Por eso, sacá todos los edificios que el enemigo te puso como estorbo, y sabé bien que si hay un Dios grande y un cielo abierto grande, tu tierra también estará bendecida.
¿Será que somos buenos padres cuando estamos más tiempo con nuestros hijos? ¿Ó será que somos buenos padres cuando usamos el tiempo correctamente, cuando sabemos bendecir a nuestros hijos, cuando sabemos proveer para nuestros hijos, cuando sabemos dar cobertura a nuestros hijos? La culpa que tenés, ¿es porque no estás ó es porque no estás haciendo lo correcto? Porque si sentís culpa por no estar más tiempo con ellos, te digo hoy: ¡quitate toda culpa!
Si vos no estás mucho con ellos pero tus hijos están haciendo lo correcto, tus hijos se están educando bien, tus hijos se están criando bien. ¿Qué cosas hacés espiritualmente por ellos? ¿Qué cosas hacés intelectualmente por ellos? ¿Te estás superando intelectualmente para que tus hijos tengan otro umbral para luego subir? ¿Ó te estancaste intelectualmente? ¿Te estás superando espiritualmente para conocer más a Dios y tener más revelación para que tus hijos se paren en otro escalón espiritual? ¿Ó los estás dejando en el escalón de abajo porque vos no te superás? Físicamente, ¿te estás superando un poco más para darles a ellos un modelo, ó te quedaste estancada? Emocionalmente, ¿te estás superando ó les estás mostrando a tus hijos que no vale la pena vivir en pareja, que no vale la pena casarse y tener hijos?
Tus hijos te están mirando, están viendo hasta dónde van a poder llegar y desde dónde van a tener que partir. No es solo la cantidad de tiempo, es lo que ellos ven cuando te ven, y es lo que ellos ven cuando no te ven. Es lo que ellos escuchan cuando no te escuchan, y es lo que ellos escuchan cuando sí te están escuchando.
¿Le estás poniendo un escalón más alto a tus hijos o ellos van a tener que remarla desde más abajo? «Sí pero a mí no me lo hicieron, pastora». No importa; porque vos podés hacerlo, porque con Dios vos podes agarrarte y decirle: «¡Señor ayúdame a subir a un nuevo nivel!» Tus hijos van a ver si subís a un nuevo nivel porque ellos quieren estar un poquito más arriba; y esa cobertura se la vas a dar vos. ¿Qué están viendo tus hijos en tu vida? Eso es tan importante…
Por eso nuestros hijos tienen que poder repetir la frase: «volveré a la casa de mis padres», no para quedarse sino para disfrutarte. No hay nada más lindo que un hijo disfrute a sus padres. No hay nada más lindo que tus hijos vengan y te disfruten: «qué lindo que está papá en este momento»; «qué linda que está mamá en este rato, quiero disfrutármelos todos, quiero mirarlos, quiero cantar con ellos, quiero escuchar música con ellos, quiero ver un programa juntos, ó quiero estar un ratito en la cama con ellos, ese ratito los estoy disfrutando».
Tus hijos tienen que poder decir «volveré…»
Dice Jeremías: «antes de formarte en el vientre, ya te había elegido, antes de que nacieras, ya te había apartado». El Señor te formó, te apartó y te dio todo, antes. Todos tenemos un pasado espiritual, porque dice la Palabra «antes de que nacieras yo ya te ví, ya te formé y ya te elegí». Hay un pasado espiritual en tu vida, algo que Dios determinó para tu vida antes de que nacieras, aún sin que vos lo supieras.
Por eso cada vez que estés mal vuelve a tu pasado espiritual; cada vez que tengas un momento duro y difícil, vuelve a tu pasado espiritual… ¿Sabés cuál es tu pasado espiritual? El corazón de Dios. Cada vez que estás mal tenés que acordarte de tu pasado espiritual; cada vez que estés mal tenés que volver al corazón de Dios; cada vez que los problemas vengan a tu vida… «vuelvo con Papá, volveré a la casa de Papá«, porque quiero disfrutar de mi Dios. ¡Tenemos un Papá que nos ama, que nos bendice! Él está en casa y te va a recibir en casa.
Había un rey que se llamaba Ezequías; y Dios le dijo: «prepará tus cosas porque vas a morir». ¿Qué hizo Ezequías? No aceptó esa palabra de Dios. ¿Cómo podés negarte a algo que Dios ha determinado? Pero Ezequías hizo algo diferente… ¡y a Dios le encanta la gente que se atreve a romper moldes! Entonces dijo: «no Dios, vos ya dictaste sentencia pero yo quiero decirte algo… ¿te acuerdas eso que hice una vez, esa ofrenda que dí, te acuerdas esa vez que hice algo a favor tuyo, esa vez que le prediqué a alguien, ese día que fui a tu casa y que levanté las manos y te adoré? Es poquito pero ¿te acuerdas?»
¿Sabés qué estaba haciendo Ezequías? Estaba siendo su propio abogado, estaba defendiendo su causa. Vos podés defender tu causa, decir: «Señor, acuérdate, fue poquito, parece débil lo que hice, pero acuérdate; un día yo estuve acá, un día te prometí, un día te adoré, un día te canté… Y si no fui yo, tenía una abuelita que oraba por mí». Mencionale tu pasado espiritual. ¿Sabés qué quiere ver Dios? Que tenés una historia con Él; no importa cómo fue, pero hay una historia, hay un pasado con Dios, hay un amor por Él y Dios te va a bendecir porque hay una historia de Dios con vos.
Hay un momento que tiene que ver con esa profunda soledad que tenemos todos los seres humanos; y ese es el momento donde uno se mete en el corazón de Dios; escuchar el latir del corazón. A Dios le gusta que escuches; más que verlo, a Dios le gusta que escuches, porque el oído es fe y Dios quiere que escuches. Hay que atreverse a escuchar sonidos nuevos, especialmente cuando estamos mal, especialmente cuando la batalla se hace difícil, hay que atreverse a escuchar palabras nuevas de parte de Dios. El sonido del corazón de Dios te dice:
«Eres mi hija, yo te elegí, no te voy a abandonar, no te voy a dejar, no te voy a soltar; parece que las cosas no ocurren, parece que no aparecen, parece que no te respondo, pero yo no te voy a soltar porque di mi palabra, te ungí, te preparé para la vida». Dios nos preparó para la vida y nos dio herramientas; estás pasando por situaciones difíciles, y seguramente Dios te dice: «hay algo que todavía no usaste que está dentro tuyo; yo soy tu guía y tu faro, yo te voy a conducir, yo te voy a llevar, hasta que te vea en victoria».
Así como querés ver a tus hijos con éxito, y todo padre desea que sus hijos crezcan, que vivan felices, que estén sanos, que estén bendecidos, que estén prosperados, así Dios lo quiere de nosotros
¿Saben qué pasó con el rey Ezequías? Él defendió su causa y Dios le dijo: «Eso me gusta». A Dios le encantan los desafíos. Y Dios le dijo: «te voy a agregar vida», pero no le dio un día, una semana… ¡le dio 15 años más de vida! Quiero decirte que si hoy te atreves a contarle la historia de amor que tienes hoy con Él y decirle: «Tal vez te pude haber fallado muchas veces Señor, pero no fue mi intención, te dí lo mejor que pude.
Señor te acuerdas, Señor nos conocemos, cuántas veces lloré ahí en tu regazo, cuántas veces te pregunté cosas, cuántas veces bailé y me alegré delante de tu presencia». El Señor va a quebrar con algo que el enemigo quiso hacer sobre tu vida y sobre la vida de tus hijos; y no te va a dar unos añitos, te va a dar muchísimos años más de bendición con tus hijos. Lo que no viviste de alegría con tus hijos, a partir de ahora lo vas a empezar a vivir.
Fuente: Alejandra Stamateas
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