En esta semana le vas a hablar a las enfermedades.
Le vas a ordenar a tus tormentas, le vas a ordenar a tus problemas, le vas a ordenar a las bendiciones… ¡también se ordenan!, se llaman.
Dice que fue un soldado y le dijo:
«Señor, yo sé que tú eres un hombre bajo autoridad como yo; yo soy soldado, como vos sos soldado de Papá. No necesito que entres a mi casa; di la palabra; yo sé cómo funciona la orden: yo le digo al soldado «ve» y va, «ven» y viene. Eso es por mi autoridad humana. Y así como yo le digo «ve», y viene, y va, y hace, vos tenés a la autoridad espiritual que yo no tengo. Di la palabra.» Y Jesús dice: «nunca vi tanta fe… Éste entendió lo que es autoridad espiritual.»
Y hoy tengo una buena noticia: Dios nos ha dado a todos sus hijos autoridad, a todos, sobre todo principado, sobre toda bendición, sobre toda enfermedad, sobre todo; todo lo puso debajo de nuestros pies. Ordenale a las finanzas que vengan a tu vida, ordenale al éxito, ordenale a la casa; andá a ver en esta semana la casa que querés comprarte; ponéle la mano y decile: «casa te ordeno que vengas a mí; es una orden», y la gente te va a mirar y va a decir: «estás loco…» «Sí, sí; para vos… pero para Dios estoy más cuerdo que nunca.»
El Padre planifica; el Padre es escritor; hizo un ‘Betseller’ con tu foto; vos sos el Betseller de Dios. Él escribió en un libro toda tu vida. El Padre planificó todo, todo; todo está planificado, está escrito en un libro, toda tu vida.
Él planificó tu bendición, la gente que va a acercarse a tu vida; Él planificó que íbamos a estar acá en la reunión. Si pudiésemos leer el libro de la pastora Mirta: «se va a casar en el 69…» ¡todo está escrito! ¿Sabes por qué vos tenés los sueños que tenés? Dios los escribió para vos, están en tu corazón, te fueron dados cuando naciste; en el vientre de mi madre Dios me formó. David vio el libro, dijo: «en tu libro estaban escritas todas las cosas», porque el Padre planeó. Jesús pagó todo en la cruz; Jesús le dijo al Padre: «¿cuánto es el sueño de tu Hijo? ¿Cuesta todo…? Yo lo pago con mi vida, con mi sangre; me lo voy a comprar.
¡Estamos comprados! Ya no somos nuestros; el Hijo nos pagó con su sangre, y el Hijo pagó todo el vicio del que vas a salir… ¡ya está pagado! La plata que necesitás para la casa, ya está pagada; el coche ya está pagado; el sueño ya está pagado. Yo no sé si te emociona, pero Pablo dice: «si Dios nos dio al Hijo, ¿cómo nos no dará junto con Él todas las cosas?» Todo está pagado. El Padre planificó, el Hijo pagó, y el Espíritu Santo me ayuda a construir lo que el Padre planificó, lo que el Hijo pagó; me ayuda el Espíritu Santo está con nosotros. ¿Sabés qué hace el Espíritu Santo? Te recuerda lo que sabés de Dios; el Espíritu Santo te revela, el Espíritu Santo es el poder de Dios, es Dios manifestado en poder. El Padre planificó, todo está escrito para mí, y todo lo que el Padre escribió para mí, es bendición. El Hijo pagó en la cruz, está saldado todo; y el Espíritu Santo me ayuda, me da fuerzas, me da poder. Para que el Espíritu Santo me ayude, sólo se mueve con la palabra de fe. O sea, el Espíritu Santo… dice en Génesis 1: «todo estaba desordenado y vacío; y el Espíritu Santo se movía»; al Espíritu Santo le encanta el desorden. ¿Cuántos tienen grandes desórdenes? ¡Le encanta! Ahí va el Espíritu Santo. ¿Cuántos tienen dramas, problemas, dificultad? Ahí está el Espíritu Santo; estaba desordenado y vacío, y el Espíritu de Dios se movía. ¿Por qué se movía? No hacía nada; se movía. Pero cuando Dios dijo: «sea la luz», el Espíritu Santo hizo la luz.
El Espíritu Santo se está moviendo en esta noche y está esperando que alguien ejerza autoridad, que alguien le diga a la enfermedad: «te vas para que el Espíritu Santo sane»; está esperando que alguien hable la palabra. Si yo digo: «Señor, Padre… qué difícil es esto…» se sigue moviendo. «Señor, mi nieto… haz algo, si es posible…», se mueve. Pero si yo digo: «cáncer te secás», el Espíritu Santo obedece a la autoridad, obedece a la palabra. Hablá la palabra; ejercé autoridad. Hoy vamos a ejercer autoridad. Las tres cosas que pensaste las vamos a llamar. En esta noche vamos a tomar autoridad sobre el cielo y la tierra, y debajo de la tierra; y vamos a soltar la palabra, y vamos a decretar que cuando hablemos autoridad el Espíritu Santo sanará, prosperará; el Espíritu Santo ungirá. Y todo lo que pidamos se nos dará, ¡y todo nos saldrá bien!
¿Cuánta gente de autoridad espiritual hay en esta noche? Hoy le vas a hablar a tu enfermedad, le vas a hablar a tu montaña, le vas a hablar a tu bronca, le vas a hablar a tu alma, a tu depresión, a la plata; vas a llamar al coche, a la pareja; le vas a ordenar que venga con el anillo; le vas a ordenar a la deuda que se vaya; le vas a ordenar a la miseria que se destruya. Esto es para gente que cree que puede ejercer autoridad; porque el Espíritu Santo se está moviendo y está esperando tu orden; porque si vos ejercés autoridad, Dios ejerce su poder.
¿Cómo hacemos para llenarnos de autoridad? Antes de soltar la palabra, cuando yo te diga, lo vamos a hacer todos juntos. Cuando yo grite: «¡ahora!», vos vas a llamar al coche, vas a llamar a la casa, vas a ordenarle a la deuda… ¿estamos listos?
Acá va otra revelación: Abraham y Sara. Va Dios con dos ángeles; y van a la casa de Abraham y Sara. Y Abraham los hospeda: «bienvenidos, qué alegría verlos»; se quedaron Dios, el ángel de Jehová, y dos ángeles. Van para la casa de Lot, el sobrino de Abraham. Cuando llegaron a la casa de Lot los dos ángeles, Dios no fue. Y Él dijo: «no; ahí no me tratan bien; ese no me honra; yo ahí no voy. Vayan ustedes.» De acuerdo a cómo trates hoy al Señor o te manda un ángel o viene él en persona, sé un buen anfitrión. ¿Sabés qué es alabanza? Recibirlo en tu casa. ¿Sabés qué es adoración?: «¡bienvenido Papá!; te amo, te bendigo.» Y Dios dice: «ahí me voy con los ángeles. Ahí, en ese otro vayan ustedes; ese ni ganas de alabar tiene. Pero ese, ahí me quedo.» Y cuando el Señor viene se prepara el mundo interior para que salga la autoridad; y cuando sale la autoridad, Dios ejerce el poder. En esta noche te pido y te ordeno que seas el mejor anfitrión; que le des la mejor alabanza, y le digas: «Papá no sé mucho cómo es; pero hoy celebro tu nombre, hoy te bendigo, hoy te doy la bienvenida a tu casa y a mi casa; y declaro que estarás conmigo, y donde vaya, todo me saldrá bien.»
Hoy Dios te vuelve a encender; hoy tu corazón vuelve a arder otra vez. Empezá a ordenar a todo lo malo que se aleje de nosotros. «Ordenamos a todo espíritu de muerte que se aleje, a todo espíritu de enfermedad: te ordenamos que te seques, que te vayas; ordenamos a lo malo ser cancelado; le mandamos al espíritu de confusión, a las huestes de maldad, declaramos que no hay enfermedad en el cuerpo de Cristo; llamamos al dinero: dinero te ordenamos que vengas exactamente conforme al sueño de Dios; llamamos a la casa: casa ahora en este mes serás nuestra; coche: ya te ordenamos que vengas a nosotros… ¡gloria! Ordenamos a nuestros hijos: te ordeno que prosperes, te ordeno que ames a Dios, te ordeno que seas bendecido… ¡gloria a Dios! Ordená ahí donde estás; ordenale a tus sueños, a las cosas buenas; decí: «hoy tomo autoridad», gracias Señor. Ejercé tu autoridad; ordenale a tus emociones, a tus rayes, a tu depresión, ordenale: «ya no mandan más.»
Ordenamos a Buenos Aires que sea llena de la presencia de Dios. ¡Amén!
Te voy a dar una orden porque hoy me vine mandón: te ordeno que des de comer, porque comerán y sobrará; te ordeno que ejerzas el ministerio; te ordeno que sigas adelante; te ordeno que te multipliques; te ordeno que ames a tu Dios; te ordeno que crezcas; te ordeno que lleves la gloria de Dios a todos lados; y te ordeno que todo lo que hagas te salga bien. ¡Amén!
Fuente: Bernardo Stamateas
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