El Padre Ignacio fue declarado «Huésped de Honor» de la ciudad de Santa Fe – Biografía

Padre Ignacio Peries

Nació en Sri Lanka, ex Ceylan, un país minúsculo del sur de Asia, 65 mil kilómetros cuadrados, 20 millones de habitantes, el 11 de octubre de 1950 y fue bautizado como Ignacio Peries Kurukulasuriya.

Hermano de ocho hermanos, hijo de un país mayoritariamente budista, Ignacio se ordenó sacerdote católico muy lejos de casa el 29 de julio de 1979.

Lo ordenó un obispo irlandés, Thomas Walsh, en Gales, aunque se formó como cura católico en Londres.

Lejos de su familia, en Londres fue adoptado por un matrimonio polaco, que lo acompañó durante sus años de formación sacerdotal.

Pero no duró mucho en el Reino Unido:

Con hambre de salir a misionar por el mundo, fue enviado a Tancacha, Córdoba, por la orden a la que se había unido, la Cruzada del Espíritu Santo, de la que ahora es superior en todo el mundo.

Pero en ese pueblo Cordobés no echó raíces:

En diciembre de 1979, el mismo año que llegó a Argentina, fue enviado a Rosario, donde las cosas no le resultaron fáciles.

Aunque de Rosario, no se fue nunca más.

Llegó habiendo aprendido apenas los rudimentos mínimos del castellano, sin papeles, a una ciudad, Rosario, que había sufrido la diáspora de 40 sacerdotes tercermundistas que habían colgado sus hábitos, y en el cénit de la dictadura militar.

Se instaló en el barrio Rucci, en la Parroquia Natividad del Señor, pero en aquellos primeros años iba y venía, ocho misas distintas en domingo, en distintos puntos de la ciudad.

De algún modo, el aura de sanador fue creciendo sin que se diera demasiado cuenta de ese fenómeno.

Y de a poco fue creciendo algo a su alrededor:

Su fama de cura sanador, y la envergadura del fenómeno fue tal que cada año por su templo pasa un millón de personas de distintos puntos del país en busca de sanación.

Algo que, alguna vez dijo, no tiene explicación.

«No puede explicarse.

Es que no tiene sustento científico, ni humano.

Uno sólo se siente instrumento de Dios.

Él es el que obra.

Es un don, una gracia o como se quiera decir.

Lo único que sé es que doy la paz y la tranquilidad de Dios a la gente.

Además, al intentar explicarlo, se puede caer en una exageración o en perder el concepto.

Sólo hay que comprender que es una vivencia de fe».

A Paraná:

El padre Ignacio dice que él no busca lo que otros buscan en él.

«Yo no busco la curación.

Lo más importante es dar la paz de Dios a las personas.

Al encontrarla se acercan a Él, abriéndose el camino espiritual o reencontrándolo.

La curación depende de la gracia de Dios, no es obra de uno».

En esa tarea, asegura que tiene una fortaleza de titanio, que lo preserva de los achaques del resto del mundo.

«Yo no quiero convivir con la emoción de la gente.

Ayudo sin convivir.

Comparto el dolor, pero no convivo con el dolor.

A veces, cuando me involucro demasiado, me emociono y no puedo atender a la gente, no puedo bendecirla», asegura.

Algo de eso que se genera a su alrededor.

Vía Crucis de los que participan 350 mil personas, esperas de 10 horas o más en la puerta de su parroquia para recibir su bendición.

El padre Ignacio tiene con Paraná una ligazón peculiar.

Si ahora tuviera que mudarse a algún otro sitio, lejos de Rosario, sería Paraná, dijo hace poco más de un mes.

«La misma misión la puedo hacer aquí o en cualquier lugar del mundo, para mí es lo mismo», dijo, aunque se mostró dispuesto por un lugar en particular, Paraná.

Algunas coincidencias lo ligan a esta ciudad:

Mario Maulión, cuando fue arzobispo de Paraná, se convirtió en obispo benévolo de su orden, la Cruzada del Espíritu Santo, que envió a varios de sus sacerdotes a Entre Ríos.

El más destacado, Juan Diego Escobar Gaviria, párroco de San Lucas Evangelista, de Lucas González, sanador que sigue los pasos de su maestro, el padre Ignacio Peries.

Ignacio no se olvida de Maulión, a quien dice que le debe mucho.

Maulión  vive en Rosario, precisamente en la misma parroquia adonde está el padre Ignacio.

Huésped de honor de la Ciudad de Santa Fe

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