
Comparto este texto porque me siento muy identificada .
¿Porqué?
Mi vida a transcurrido con cuatro hijos varones, cinco hombres con su papá.
Se imaginan, como no habría de quejarme, lavar y lavar y cuando terminaba ya el canasto de la ropa volvía a llenarse.
Ni recordar los pañales, eran de tela, teníamos que lavarlos, solearlos, plancharlos…
Cocinar en cantidad, hombres todos que no cuidaban la silueta, y los platos, cubiertos y ollas había que lavarlos, y no eran pocos.
Bueno, esto sumado a la atención que le dábamos a nuestros niños en esa época, escuela, tareas, otras actividades que debía acompañarlos.
Pero… crecieron demasiado rápido, sin darme cuenta, todo ese gran trabajo se ha simplificado, les confieso, lo he extrañado, quizás todavía lo añoro.
Recuerdo que cuando me quejaba, mi madre siempre me decía:
Nena, no te quejes que un día serán grandes ! sabias palabras…
Hoy mis hijos ya tienen su familia, sus hijos.
Pero agradezco a Dios porqué siempre están a mi lado, mis nietos también.
A veces protesto porque desordenan, ensucian, porque hay que ordenar y lavar lo que ensucian cuando todo estaba en orden…
Este escrito de Gladis me ha hecho reflexionar:
Que triste sería la casa ordenada, sin cosas sucias, lavando sólo un cubierto, lo que sólo yo usaría.
Una amigo dijo una vez:
Cuando una casa está tan ordenada :
¡NO TIENE VIDA!
One*
Aquí el texto de Gladis:
La Fiesta
Ana estaba limpiando la casa y pensaba:
¡Tanto trabajo ordenando todo para qué, en apenas un rato, dejen todo patas para arriba.!
Así seguía, rumiando su frustración, cuando sonó el teléfono.
Al atender, le alegró escuchar la voz de su abuela.
Después de los saludos de rigor, le contó lo que le pasaba.
La abuela la dejó desahogarse y luego le prometió que, cuando se encontraran, le contaría una historia de su juventud.
El encuentro se produjo la tarde siguiente, mate de por medio.
Ana le recordó a su abuela la promesa.
La anciana sonrió pensativa y comenzó su relato:
Según recuerdo, a mi me pasó algo parecido, cuando era jóven.
Me provocó una gran rebeldía, hasta el punto de querer irme lejos para que no me tengan de cenicienta.
En mi ofuscación estaba decidida a todo, pero mi mamá me habló con mucha calma.
Me hizo ver el lado positivo de la situación.
Si tienes en que ocuparte, me dijo, es porqué tienes familia, es mejor estar rodeada de los tuyos que de extraños.
La abuela también recordó que en una cena de Año Nuevo, su hermano mayor había llevado de invitado a un compañero de trabajo.
El muchacho estaba solo y nuestros padres lo recibieron con afecto, pues confiaban en el buen criterio de su hijo.
Y así fue que conocí a tu abuelo…
Tuvimos una vida rica en lindas experiencias, y a las otras, con mucho amor y paciencia, las fuimos superando.
De aquellos años, lo que mas recuerdo:
Las fiestas eran el re-encuentro con la familia.
La alegría de ver a los niños crecer año tras año.
Llegar a la adolescencia .
Aparecer con novio/a y luego la bendición de un niño sumando nuevas esperanzas.
Así fueron transcurriendo los años … casi cuarenta!
Hoy el abuelo nos dejó.
Pero…
¿ Nos dejó?
Yo lo sigo sintiendo a mi lado, dentro mío, es mi guía, el sostén que me ayuda a seguir tratando de llevar el barco a buen puerto.
Manteniendo la familia unida, compartiendo penas y alegrías.
y
Sabes?
Como me gusta el trajín de preparar todo para cuando lleguen!
Es mucho el trabajo, sí…
Pero…
Pesa mucho más lavar un solo cubierto!!!
Fuente: Gladis N. Sisterna – San Javier – Santa Fe
Tomado de revista: Sembrando
Cuanta sabiduría en una frase tan sencilla. Creo que somos muchos los que nos sentimos identificados con ella. A mi esposa y a mí nos gusta ver la casa con amigos, familia, amigos de nuestros hijos; ello implica limpiar, ordenar y cocinar bastante. Uno tiende a decir nos pasamos todo el día trabajando para disfrutar tan solo un par de horas; pero al momento siguiente nos miramos, damos gracias por lo vivido y empezamos a pensar en el próximo encuentro.
Cariños y a seguir disfrutando de la vida.