“Dormía y creía que la vida era alegría, desperté vi que la vida era servicio, serví y comprendí que el servicio es alegría”
Éste es el momento en que :
“Reconozco mi otro yo, y en la decadencia de ese otro yo, resplandezco y crezco”.
Reconozco mi forma, mi personalidad y reconozco mi Alma.
En un profundo acto de discernimiento nuestra mente bendita, nos permite saber cuando estamos sirviendo a la personalidad y cuando estamos sirviendo al Alma.
Cuando servimos al Alma es cuando en verdad nos volvemos útiles a los Maestros que pretendemos seguir.
El discernimiento, esa facultad del intelecto que permite elegir y que en su instancia más iluminada nos permite saber a quién estamos en verdad sirviendo, es el puente que ofrece la mente para pasar del Intelecto a la Intuición.
Sólo si has pasado en verdad por el intelecto puedes llegar a la intuición, esa facultad del Alma que nos permite servir a la Voluntad de Dios que los Maestros conocen y sirven.
El intelecto:
Es el que nos permite reflexionar sobre lo que hacemos, sobre lo que actuamos en forma individual y lo que como Humanidad estamos haciendo.
“Por sus frutos serán conocidos”.
Si lo que predomina en tu vida es el conflicto, la contraposición, el combate, la lucha y la discusión, revisa que hay en ti que está atrayendo a tu vida la controversia.
Si en el mundo vemos lucha, oposición, polarizaciones de todo tipo debemos revisar qué estamos sintiendo y qué estamos creyendo nosotros, los humanos.
Lo que hablamos y lo que hacemos es el resultado obligado de lo que estamos sintiendo y de lo que estamos creyendo.
Lo que pensamos y lo que sentimos no se ve pero si son totalmente visibles y audibles nuestras palabras y nuestras acciones.
Reflexiona cuales son mis palabras en estos momentos, cuales son mis acciones, el discernimiento te puede llevar a cambiar lo que piensas y lo que sientes.
En consecuencia tu mundo que es el nuestro, el de todos, podrá ser ahora, un poco mejor.
Con el amor que es y será siempre nuestra señal.
Marta N. Paillet
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