COMPARTIENDO COMPRENSIONES
¡Hermanos!
¡Que la compasión misericordiosa de la Madre del Mundo nos limpie y nos sane!
Mirando la situación mundial, el agobio que representa para tantos el hambre que no pueden saciar, el esfuerzo para conseguir el pan de cada día y por el otro lado, el exceso y el derroche de comida en el que estamos tantos otros, se comprende que el OBJETIVO DE DESARROLLO SUSTENTABLE establecido por los pueblos y gobiernos del mundo en Naciones Unidas como número dos sea el HAMBRE CERO.
¿Qué hace que este planeta que tiene recursos y alimentos para que todos tengamos lo necesario tenga millones de personas pasando hambre y necesidades?
El reparto indebido de bienes y servicios, hace que unos pasen hambre mientras otros tengan que hacer dieta para adelgazar por los excesos.
Detrás de estas inequidades esta la Codicia-deseo exagerado de poseer bienes y riquezas-
Cuando el humano tiene necesidades es bueno que las pueda satisfacer pero cuando satisfecha la necesidad, sigue acumulando, sigue consumiendo, sigue deseando y esta conducta es copiada por un gran número de personas, condenamos al resto a carecer, condenamos al resto a la pobreza, condenamos al resto al hambre.
Como dijo Gandhi este mundo está preparado para satisfacer las necesidades de todos, pero no la demanda de la codicia de ninguno.
La codicia y no la necesidad, hizo de la colonización, desde Colón, un acto de agresión y pillaje.
“Las Venas Abiertas de América Latina”, de Galeano, pusieron esto en evidencia, hoy nadie se permite dudarlo.
Cuando la codicia se naturaliza y es permitida por la moral dominante abrimos la puerta a todas las formas de corrupción posible.
Si queremos que la corrupción de nuestros pueblos y de nuestros gobiernos termine, es hora de preguntarnos cuan codiciosos somos nosotros.
Si rectificamos nuestra codicia, cerraremos la puerta a la corrupción.
Que seamos, para esto, iluminados.
Es mi sincera plegaria.
Marta N. Paillet, [email protected]
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