La Misión del Alma
El vivir una vida regular y disciplinada
El ser humano es como una semilla.
Así como la semilla produce un brote que se desarrolla hasta convertirse en un árbol, también el hombre debe desarrollarse para llegar a alcanzar la perfección.
Para alcanzar esta meta, el hombre deberá llegar a dominar dos campos de conocimiento.
El primero:
Es el del conocimiento del mundo.
Es decir, el conocimiento que se refiere al universo manifestado.
El segundo:
Es el conocimiento del otro mundo.
El primero es el que proporciona los medios para vivir.
El segundo entrega el objetivo de la vida.
Los medios para vivir son las cosas destinadas a satisfacer nuestras necesidades cotidianas.
Uno deberá adquirirlas y almacenarlas o adquirirlas en el momento en que se requieran.
El conocimiento de la meta de la vida, por su parte, encierra la investigación y el inquirir en interrogantes como:
¿Para qué fines debemos vivir?
¿Qué es lo que soy exactamente…
qué es este «yo» mío particular?
El inquirir permanentemente en este sentido llega, finalmente, a revelarnos la meta.
Las Escrituras de todas las religiones y los varios códigos morales que derivan de ellas se ocupan de problemas que trascienden los límites de este mundo, como por ejemplo:
¿Por qué estamos aquí?
¿Para qué estamos aquí?
¿Qué es lo que realmente deberíamos hacer para merecer esta oportunidad de vida?
¿Qué llegaremos a ser?
¿Cuál es la forma más provechosa para el hombre de vivir en este mundo?
La respuesta es:
El vivir una vida regular y disciplinada.
La educación real deberá preparar al hombre para observar algunos límites y restricciones.
Llevamos a cabo grandes esfuerzos y nos sometemos a todo tipo de privaciones con el objeto de dominar el conocimiento del mundo.
Para desarrollar nuestro físico nos preocupamos de seguir uno u otro régimen al pie de la letra.
Y esto sucede respecto de cualquier objetivo que nos hayamos propuesto:
Siempre acatamos un código de conducta o una disciplina apropiados.
¿Cuáles son exactamente los beneficios que proporcionan un pensamiento y una conducta disciplinados?
En todo comienzo, las normas y reglamentaciones son elementales.
Ello nos capacita para expandir nuestra percepción hasta las regiones situadas más allá del alcance de los sentidos.
Más tarde, uno podrá viajar más allá de los límites del alcance de la propia mente e incluso sobrepasar los muros más externos de lo que está al alcance de los poderes comprendidos en el cuerpo humano.
Por último, uno llega a realizar y a experimentar la verdad de la verdad, es decir, uno es aquel Uno que es inmanente en todo, o sea, la totalidad del Cosmos.
Cuando uno se centra en esta fe y en esta clara conciencia, estará pleno de bienaventuranza.
Esto es Sabiduría, la adquisición de educación verdadera, la culminación del proceso educativo óptimo.
El mundo representa un horno y una fábrica en las que el hombre ha de forjar su destino mediante sus esfuerzos honestos e incansables.
Aquel que asume este desafío y emplea los años que se le han concedido y el talento e inteligencia de que ha sido dotado en actividades llenas de propósito, tiene pleno derecho a la posición de un Maestro.
¿Cuál es, exactamente la causa de la creación?
¿Cuál es la sustancia original que la creación afectó y en qué forma lo hizo?
Estos interrogantes son importantes, importantes para todos los hombres inclinados a la indagación.
No puede haber un efecto sin una causa, no puede haber una estructura sin una base.
Bien.
Se puede afirmar que todo este cosmos visible tiene a Dios como su causa básica.
Sin embargo,
¿Qué es Dios?
Dios es eterno, puro, siempre vigilante, omnisciente, indivisible, y sin forma.
Dios es el origen de este cosmos.
Ahora bien, pueden surgir algunas dudas en la mente de las personas:
¿Cómo es que hay tanta parcialidad evidente en la creación?
Algunos nacen sanos, y otros enfermizos.
Algunos llevan vidas prósperas, sin preocupaciones, mientras otros tienen que luchar durante toda su vida en la más terrible pobreza.
Ciertamente que se puede argüir que la creación o el Creador muestran suficientes signos de parcialidad.
Viéndolo, la gente saca en conclusión que, si el mundo ha sido creado por Dios, éste tendrá que ser la crueldad personificada.
Y una indiferencia tal parece justificada desde el punto de vista del hombre común.
Mas la Pura Corriente de la Cultura Espiritual, declara que esto no es en absoluto cierto.
Dice que Dios no es la causa ni de la miseria ni de la alegría; ni de la buena ni de la mala suerte.
Entonces,
¿Quién es el que produce el bien y el mal?
Nosotros mismos, es la respuesta.
La lluvia cae por igual sobre la tierra labrada como sobre la baldía.
Sólo la tierra cultivada se beneficia con ella.
No hay que echarles la culpa a las nubes.
La falla reside en el ocioso ignorante que deja sus tierras sin cultivar.
La Gracia de Dios está siempre al alcance de la mano,
Carece de un más o un menos, de altas y bajas.
Fuente de investigación.
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