
“¿Cuál es el propósito de mi existencia?”
Conocer nuestro propósito es esencial, tanto para planear como para fijarnos metas.
“¿Cuál es el propósito de mi existencia?”
Es, por consiguiente, una gran contemplación.
Podemos tener la seguridad de que la respuesta ya se encuentra en el interior.
No es algo que haya que inventar.
A medida que se despliega nuestra vida, también puede evolucionar el entendimiento que tenemos de nuestro propósito.
De cualquier modo, siempre ha estado allí.
Dado que nuestro propósito existe dentro de nosotros, la contemplación puede hacernos conscientes de él.
¿Cómo?
Cuando no sabemos qué es algo, podemos descubrirlo poniéndole un nombre.
Después de hacerlo, nos concentramos en el sentimiento y en el punto focal evocado al decir ese nombre mentalmente.
La respuesta nos llegará tarde o temprano, desde adentro.
Este ejercicio es una forma de contemplación.
¿Cómo puede nombrarse lo desconocido?
Una manera eficaz es convertir una pregunta como:
“¿Cuál es mi propósito?”
En una frase como:
“MI propósito es:
“O podríamos nombrarlo “mi propósito en la vida”.
Esta frase le sirve de nombre a la respuesta, aun cuando ésta sea todavía desconocida.
Repetir la frase y enfocarnos en el sentimiento que lleva consigo evocará la respuesta.
No sabemos conscientemente cuál es nuestro propósito, pero pensar en cualquiera de estas frases dirigirá nuestra atención hacia él, y bajo ese destello de atención, nuestros propósitos comenzarán a revelarse en palabras, imágenes y sentimientos.
Ésa es una manera efectiva de contemplar.
Evoca una respuesta.
Si cavilamos sobre un asunto en nuestra vida, por ejemplo, y ni siquiera se nos ocurre cómo llamarlo y mucho menos cómo resolverlo.
Podemos etiquetarlo con el nombre “mi asunto es”.
Entonces, al mantener esa frase en la mente y permitir que nuestra atención permanezca enfocada en el sentimiento evocado por la frase:
“Mi asunto es”
Hacemos que surja desde el inconsciente.
Puede ser que eso suceda una hora después, o incluso, cuando hayamos dejado de contemplar y hagamos algo que nada tenga que ver con ello.
De pronto se abre una brecha en nuestra actividad y la respuesta surge en la mente.
Las palabras sencillamente aparecen.
O bien la revelación puede ocurrir en un sueño, justo antes de despertar por la mañana.
Del libro:
” ¿Qué hay en mi mente? “ de Swami Anantanada
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