Cómo convivir mejor con personas mayores
Nunca es sencillo asomarse a temas que nos dan temor.
Habitualmente optamos por mecanismos y medios más o menos conscientes o inconscientes, para evitarlos, negarlos, esconderlos, minimizarlos o aún ridiculizarlos.
Para nuestra cultura, verdaderamente gerofóbica, la vejez y los viejos forman parte de ese conjunto de temidos que preferimos evitar. Para ello se aducen argumentos que casi nunca alcanzan como para justificar esa precavida distancia respecto de lo temido.
Habría que revisar esa actitud… Los censos nos dan idea de la cantidad de ancianos que viven en nuestro medio.
El mundo envejece.
Según la última Encuesta Nacional de Hogares, en nuestra ciudad de Buenos Aires hay más mayores de 60 años (23%) que menores de 14 años (16%) Aquella «pirámide poblacional» que usaban los demógrafos para graficar una sociedad equilibrada se ha ido invirtiendo –silenciosa pero progresivamente– y hoy nos encontramos que, sin alternativas, debemos convivir con «lo temido».
En virtud de tomar conciencia de la magnitud de esta franja poblacional, últimamente se habla mucho de los viejos; pero, claro, lo único que se muestra de ellos son las caras desencajadas de los manifestantes solicitando un aumento de los haberes previsionales, la hostilidad que acompana a veces algunos de esos reclamos, la circunstancia de ser víctimas indefensas de asaltos brutales, la vida de carencias a la que son obligados…
Es decir, se habla mucho pero, cómo se habla?
Siempre de la misma manera, buscando movilizar la compasión, la piedad humillante.
Mostrando la edad como la antesala del infierno o el infierno mismo.
No nos damos cuenta de que cuando hablamos de ellos en realidad estamos hablando de nuestros viejos, de nosotros mismos, más cerca o más lejos de serlo pero, indefectiblemente, en tránsito.
En una actitud rebelde, si se quiere transgresora, deberíamos trabajar para modificar los prejuicios sobre cómo se vive cuando uno supera la barrera de los 60 años.
Deberíamos desmitificar la vejez, no sólo para hacer justicia con los viejos que ya lo son, sino para no asustar ni conflictuar a aquellos que se van acercando a esta edad.
Porque solo hay dos caminos:
Morirse joven o llegar a viejo.
Y es más lamentable morirse joven que llegar a la vejez.
Alguien dijo alguna vez :
Quien no descubre el sentido de una edad (cualquiera de ellas) se ve condenado a vivir lo peor de esa edad, a sufrirla.
Vale para todas las edades, no sólo la vejez.
¿Estamos dispuestos a descubrirlo?
¿Colaboramos con los viejos para que lo descubran?
Esa es una responsabilidad de todos.
Aquí, algunos consejos para tener en cuenta al momento de encarar la convivencia con personas mayores:
1- INTIMIDAD:
Las personas mayores tienen pudor. Como cualquiera de nosotros.
Respetar su intimidad es respetarlos como personas.
2- CULTURA:
Las personas mayores tienen hábitos idiosincrásicos, culturales, que le significan identidad.
Debemos respetarles sus costumbres como por ejemplo, ir a misa, escuchar tal tipo de música, gustar de su programa de televisión, tener estampitas en su mesa de luz, etc.
No respetar su cultura personal es una forma de violencia y maltrato.
3- PERTENENCIA:
Todo ser humano necesita sentirse «siendo de alguien», necesita «pertenecer».
El abandono no es «dónde vive el anciano» sino una actitud respecto de él.
Cuando no lo hacemos partícipe de la vida familiar, cuando lo dejamos afuera de la vida familiar, lo estamos abandonando.
Esta también es una forma de maltrato.
4- PARTICIPACIÓN:
La pertenencia debe ser participativa, es decir, activa.
No es solamente un estar-con-los-otros sino un ser-con-los-otros.
Sentir que hay algo que aún puedo hacer, compartir, es de importancia fundamental para la persona mayor.
Permitirle espacios para aprender algo nuevo, continuar desarrollando intereses o hobbies, asumir trabajos que pueda realizar, actividades domésticas, responsabilidades cotidianas, también promueve calidad de vida.
5- INTERGENERACIONALIDAD:
Las personas mayores necesitan el contacto intergeneracional.
En realidad, todos lo necesitamos.
La vida familiar es un ámbito de crecimiento, entre otras cosas, porque nos permite la riqueza de ese contacto.
Es un beneficio para abuelos y nietos, jóvenes y mayores.
Es un factor dador de salud desde la familia.
Debemos propiciar formas de intercambio intergeneracional.
6- ESCUCHA:
Las personas mayores tienen muchas cosas para dar.
Experiencia acreditada en tantos años de vida.
Historias que dan testimonio de la historia familiar, la tradición.
Necesitan transmitirlo y la familia necesita recibirlo.
7- PROMOVERLOS, NO SOBREPROTEGERLOS: la familia debe tratar de evitar caer en sobreprotecciones que terminan siendo invalidantes. Asimismo evitar las actitudes autoinvalidantes que muchos mayores asumen, cuando no hay motivos para las mismas.
8– SER MAYOR SIGNIFICA SEGUIR SIENDO: por sumar años uno no deja de ser el que es. Es decir, si una senora ha sido muy coqueta toda su vida, por ser mayor, no deja de serlo. Aún cuando esté en cama, en un geriátrico o en silla de ruedas, sigamos permitiéndole maquillarse, arreglarse el cabello, regalémosle aros, etc. Siguen siendo las mismas mujeres y hombres que fueron siempre. Ni los años ni la enfermedad significa que «ya no son», y aún cuando ante nosotros haya cambiado su imagen, son los mismos.
9- COMPRENDER, NO ENTENDER:
Los vínculos se sostienen por la comprensión, no por el entendimiento.
Es decir, no hace falta entenderlo al otro para comprenderlo.
La lógica del mayor muchas veces no es entendida por la lógica del menor.
Los hijos muchas veces no entienden las razones de sus padres mayores.
Podemos no entenderlos, pero no podemos dejar de comprender sus emociones, sus sentimientos y sus necesidades.
10- COMPARTIRLO TODO:
La situación de convivencia siempre es compleja.
El mito es que lo difícil es convivir con ancianos cuando en realidad, toda convivencia es compleja.
Una de las claves para lograrlo es compartirlo todo, es decir, lo que hay y lo que se carece.
Cuando en un vínculo uno está muy bien a costa de que el otro esté muy mal, no sirve.
Convivamos con los mayores, nunca desvivirse por ellos.
Busquemos una situación que signifique para todos, la mejor situación posible. La mejor, no menos, posible, no más.
Dejar de vivir mi vida para cuidarlo a papá o mamá, no sirve ni para uno ni para el otro.
Desarrollemos creativamente formas de convivencia que comparta lo que hay y lo que no hay.
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