
LA FLOR DEL PLANETA
Tuve un sueño, no sé si dormida o despierta que me llenó de dulzura y esa sensación de armonía y belleza que hace que la vida cobre un significado diferente, planetario, cósmico.
En él no había nada personal.
La vida, diluida, expandida y feliz, fluía libre como un río de montaña.
¿Desde dónde miraba? No lo sé.
Pero miraba con la imaginación.
La luna llena adornaba el cielo, dándonos esa oportunidad de contacto, que mes tras mes, nos ofrece.
Y por ese camino, iluminado por el plenilunio, nos dejamos llevar a un lugar no localizado en un tiempo que fue ayer, quien sabe hoy o quizás fue mañana.
El planeta se vestía de gala.
Su flor, la más bella, la más oculta, se desplegaba en un canto de alabanza a su Señor, emanando sus cualidades que, recorriendo los senderos evolutivos, formaban los principios sobre los cuales la vida, como la conocemos, puede desarrollarse.
Era el momento de la suprema atención.
La flor se abría.
Su hilera externa, formada por el principio fundamental del reino mineral, mostraba su belleza y en su canto afirmaba la verdad de su ser.
Su apertura mostraba infinitas conexiones que sobrepasaban el suelo terrestre.
Las Vidas que sostienen las piedras, los cristales, la corteza terrestre y toda la gama infinita de formas de ese reino, expresaban Su Verdad y desde los cielos, los principios eternos que se reflejan en este Reino, contestaban desde el infinito, evocando la afirmación de su realidad desde el ángulo cósmico.
Así quedó abierta la hilera externa de pétalos. Tres pétalos y miríadas de formas contenidas en ellos.
Se iniciaba la apertura de la hilera intermedia de pétalos.
Esta vez correspondía al principio fundamental del reino vegetal.
Flores, plantas, árboles, arbustos, frutas, y todo tipo de vegetación expresadas en estos tres pétalos que como una danza, se desplegaban afirmando su realidad, su verdad, su principio eterno.
El sonido, como canto celestial repetía:
“Yo afirmo la Realidad de mi principio eterno y la razón de estar en este suelo terrestre”.
Los grandes Devas, vida y sustento de ese reino, llenaban los espacios y se conectaban con el principio cósmico que representan. Venus, la estrella de la mañana, brillaba con más intensidad, reconociendo su progenie.
Se inició la apertura de la hilera interna. La vibración cambió y se hizo más intensa. Las pisadas de miles y miles de animales de toda especie emitieron un sonido armonioso, pero fuerte.
El Reino Animal se desplegaba en forma de tres pétalos, y en ellos, la voz eterna se difundía en todas direcciones diciendo:
“Yo afirmo la Realidad de mi Principio Eterno”.
El gran Señor de este reino, el Alfarero de las Formas, danzaba y en su manto en movimiento se dibujaban las diversas formas del Reino Animal. Su Principio Eterno, venido de sabe Dios que parte del Universo, vibraba allá en las estrellas. El incomprendido reino se desplegaba mostrando sus misterios, develándolos, y ocultándolos a la vez.
Crecía la tensión divina. Tocaba la apertura de los tres pétalos que guardan la Joya en el Loto. Uno, la Voluntad ; el otro, el Amor y el tercero, la Inteligencia. Todas las conciencias miraban atentas esta nueva apertura. Vibraron los cielos y la tierra. Se comenzaron a abrir los pétalos. El principio fundamental del Reino Humano iniciaba su despliegue.
Rayos incandescentes cruzaban los cielos. “Son los Hijos de la Mente , los Prometeos.” Una vez más sonó la voz eterna, esta vez para pronunciar:
“Yo afirmo la realidad de mi Principio Eterno, Yo Soy la luz del Mundo”.
Desde el corazón del Sol se emitió una nota que surcando el espacio llenaba los éteres planetarios con la promesa de redención.
Entonces, se escuchó la Voz desde las entrañas de la tierra:
«Hijo de Dios y de la Tierra .
Hijo que cargas el principio del Padre y de la Madre en tu seno, Hijo que estás marcado desde más allá del tiempo, con tus manos, con tu vida, con tu aliento, despliégate en tu Principio Eterno, en tu Realidad, para que la Joya en el Loto pueda ser mostrada, como fue en un principio; y verse, radiante y resplandeciente impregnándonos a todos con Su Principio Eterno.
» La Joya, el Quinto Reino, La Jerarquía de Maestros se mostró en todo su esplendor haciéndose presente en este ritual planetario. La fuerza de su invocación surcó el espacio. Llegó a Shamballa.
Y el Señor del Mundo, el Joven de la Eterna Primavera , el Anciano de los Días, con su diamante Flamígero tocó la flor planetaria, la flor abierta.
La Ígnea Voluntad recorrió las rutas terrestres, el Plan Divino se extendió por los cuatro puntos cardinales, haciendo vibrar las conciencias ejecutoras e impulsando a las conciencias dormidas.
Poderosa y oculta es la Voluntad de Dios. Un murmullo se elevaba desde las conciencias despiertas, un murmullo de voces que repetían. Señor, no mi voluntad sino la tuya, no mi voluntad sino la tuya, no mi voluntad sino la tuya…Respiré profundo.
Mi imaginación me hizo regresar el mundo externo. Yo me quería quedar. Pero tuve que salir y reflexionar. Estos vuelos de la imaginación siempre dejan una enseñanza y no la podía perder.
Y es lo que quiero compartir contigo.
En realidad no pude saber cuál es el principio fundamental de los reinos mineral, vegetal y animal, pero si pude escuchar con claridad nuestro Principio Eterno, el del humano que afirma:
“Yo Soy la Luz del Mundo.”
Y pensé, ¿nos quejamos que hay tinieblas cuando somos luz?
Un Maestro nos enseñó que cuando le pedimos al cielo por los demás, el cielo siempre responde. Parece que no conoce el código individual. Entonces, pidamos por nuestra Tierra, pidamos que se cumpla el Plan de Amor y de Luz, que cada reino cumpla su parte y en especial el nuestro, la humanidad. La guerra está desatada en el plano mental.
Las armas son invisibles.
Ganémosla con la imaginación creadora, con el pensamiento positivo, con la fe que mueve montañas, con la certeza de lo que somos y la parte que nos toca jugar en el drama planetario.
Reconozcamos con amor y profunda reverencia a los reinos que comparten con nosotros este suelo terrestre.
En nosotros están los principios de los reinos precedentes y la semilla del reino superior.
Vivimos años de profunda transición en la que nos estamos jugamos el futuro planetario.
Invoquemos desde nuestra Luz, afirmando con fuerza nuestra realidad:
“Yo Soy la Luz del Mundo”.
Sintiendo que eres La luz del Mundo, que brillas como el sol, decreta:
“Yo afirmo la realidad de mi Principio Eterno.
Yo Soy la Luz del Mundo. Ilumino las tinieblas de la tierra”.
Y con tu imaginación haces contacto con todas esas luces encendidas, que están por todo el planeta, en todos los continentes.
Nunca antes había tantas, es lo que afirma el Maestro D.K. Aprovechemos esta circunstancia.
Unamos nuestras luces.
Invoquemos nuestro Principio Eterno, el de los Prometeos, los Hijos de la Mente, los Ángeles Solares, y afirmando la realidad de nuestro principio eterno, iluminemos nuestra amada Tierra.
Es lo que espera la Jerarquía para poder exteriorizarse.
Con el amor de siempre, eterno, inextinguible,
Carmen Santiago
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