
En nuestro mundo occidental la Navidad ha ido perdiendo su sabor, su sentido más profundo.
Esta fiesta tan importante para el católico, en donde se celebra el Nacimiento del Niño Dios, se ha devaluado a una fiesta puramente social y familiar.
La faceta humana y lúdica va arrinconando cada vez más a la espiritual, noqueada por el espíritu naturalista de nuestro siglo.
Desde noviembre nuestras ciudades se adornan con motivos navideños sin dejar tiempo siquiera a que se instale el Adviento.
Llega la Navidad Comercial.
Es la fiesta del consumismo.
La Navidad es una buena excusa para regalar o regalarnos aquel capricho que el resto del año produciría pudor a nuestra cartera.
Pero…
Dios se vale de las circunstancias adversas para atraernos hacia sí.
Cuando nos va todo bien, gastamos y disfrutamos como si no hubiésemos de morir.
En cambio cuando las cosas no van tan bien, por ejemplo en tiempos de crisis económicas, nos volvemos más a Él..
Ninguna cosa de este mundo es sólida y estable.
De esta manera superaremos la:
Crisis espiritual en que vivimos.
Queridos lectores:
Desde estas líneas, sin ofrecerles nada nuevo y que no sepamos, quiero recordarles que se puede vivir la Navidad de otra manera:
Recógete y ponte en silencio.
La Navidad no está en las fiestas, en los regalos ni en los brindis.
La vivencia espiritual profunda de este misterio sólo puede vivirse en el silencio del corazón.
Mírate a ti mismo y bajo la mirada de Dios.
Acéptate como eres, con todas tus infidelidades, con tus defectos…
Tómala en paz, sin amargura, tu pasado y tu presente.
Eres pobre, limitado e imperfecto.
Trata de sentir dentro de ti ese vacío de tu corazón.
El único que lo puede llenar es ese Niño, que es Dios.
Deja que te hable la Luz que viene a visitar las tinieblas de este mundo.
Tú también estás en oscuridad, y no hay más luz que la que viene a traer este Niño.
Dios viene a nacer en tu corazón.
Él, que hizo tu corazón, quiere venir a él como lo hizo en el pesebre.
Métete a la escena y mira a ese Niño.
Él es la Palabra, y sin embargo no habla.
Los recién nacidos no hablan.
Pero el silencio de este Niño vale más que miles de sermones.
En este mundo de tanta palabrería, este Niño, que es la Palabra, está en silencio, pero dice tanto.
Acepta tu pobreza.
Él también era pobre y vino buscando especialmente a los pobres.
La pobreza mayor del hombre es el pecado.
No mires atrás, pues la vida no tiene vuelta.
Mira tu presente tal como está, y tu futuro incierto.
No caigas en la tentación de preguntarte :
“Porqué”
Pregúntate, ante ese Niño, el:
“Para qué”.
El futuro está en las manos de Dios
Reflexionemos en este tiempo de Adviento.
Almabrazos
oneli@
Deje una respuesta