Felíz Día Trabajadores Espirituales

Escritos sobre Energías y El Dinero

¿SE DEBE COBRAR LO ESPIRITUAL?

Existen muchas personas que trabajan, prestan un servicio ya sea en el «área alternativa», en el «mundo esotérico» o en el ámbito de «la sanación». Actúan de diversas maneras: algunos hacen imposiciones de manos, otras tiran el Tarot, otras dan un curso de metafísica, otros son terapeutas florares, otros hacen Reiki… y la lista de actividades posibles pasaría fácilmente el número de cien.

Pero si bien son todas actividades fácilmente diferenciables, tienen algo que las une: es que ejercen su actividad sobre un área que usualmente se conoce como «lo espiritual». Ese es el denominador común: trabajan sobre «lo espiritual».

A esas personas que trabajan en «lo espiritual», y al sólo efecto de facilitar la lectura, acépteme el lector, que las llame a partir de ahora: «trabajadores espirituales». En muchos de ellos además de ese denominador común, existe otro que los identifica y los inquieta: «La relación con el dinero» y la gran pregunta: ¿se debe cobrar lo espiritual?.

Nadie duda que por «el trabajo» se debe pagar una «remuneración», pero cobrar por «lo espiritual», eso es otro tema… Un tema difícil de plantear. A quién, cuando inició su camino de «trabajador espiritual», no le sucedió alguna vez encontrarse con alguien que, en vez de pagar el servicio, se indignó y luego le insinuó: ¿qué clase de persona espiritual es usted, que quiere cobrar por ayudarme en «lo espiritual»?.

 Estas personas que se indignan, consideran que el dinero envilece la tarea. Es más, afirman que el «pretender» cobrar dinero por hacer algo espiritual es una prueba indudable de la mala fe del «trabajador espiritual». Agregan que «eso espiritual» es un don que Dios le dio al trabajador espiritual, y que por lo tanto debe entregárselo sin esperar nada a cambio.

Afirman enfáticamente que en consecuencia, nunca le pagarán a un trabajador espiritual y aclaran que se trata de una cuestión de principios y no de dinero. Por supuesto que le pagarán sin discutir al psicólogo, al médico, al personal trainer, o al que les de un curso de fotografía. Eso está bien, pero insisten: «lo espiritual» no se cobra.

Cuando esto sucede a veces el novel «trabajador espiritual» queda perplejo, sin saber como reaccionar, cuestionándose su relación con el dinero. Si nuestro perplejo «trabajador espiritual», asume que «lo espiritual» no se cobra, buscará a fin de generar ingresos para él y su familia, una actividad laboral. Con ésta podrá vivir dignamente de su trabajo, sin que nadie le cuestione su espiritualidad.

Por supuesto dedicará las pocas horas libres que le queden a realizar su servicio espiritual sin cobrar un céntimo, y finalmente con el paso de los años, si su situación económica no es holgada, quizás acepte que el trabajo espiritual no es para él. Habrá dejado una silla vacía.
Esa silla vacía, podría llegar a ser ocupada por una persona sin vocación, sin capacidad, y a veces sin escrúpulos.

Así, esa persona indignada que afirma que «lo espiritual» no se cobra, se encontrará ahora con el inconveniente que «lo espiritual», realizado por verdaderos «trabajadores espirituales» es cada vez más difícil de encontrar. Y comenzará a «tropezar» en su búsqueda de «lo espiritual» con personas sin formación, sin voluntad de servicio o incluso sin escrúpulos. Ellos habrán invadido este campo, ocupando esas sillas vacías.

Los falsos trabajadores espirituales, serán aquellos que, con la finalidad de engañar, prometan a los «indignados» lo que éstos reclaman: servicios gratuitos. De este modo planean, una vez capturada la confianza de la persona, quitarle todo el dinero que puedan. No estamos afirmando que todo lo gratuito esconda trampas: lo gratuito, como servicio necesario y bien intencionado, será motivo de un próximo artículo en la revista.

Pero tampoco estamos hablando de fantasías, cuando afirmamos que determinadas personas, que por cuestión de principios no querían pagar por trabajos espirituales, han entregado propiedades, incluso su única vivienda a estos delincuentes. Querían algo gratis y pagaron «ese algo» con todo lo material que poseían.

No creamos tampoco que este es un problema que sucede únicamente en Argentina. Hace poco en Italia, en un caso que conmovió a la opinión pública por semanas, se logró apresar a uno de estos personajes, quien dejó en la ruina a infinidad de familias que habían acudido a él en busca de servicios espirituales.

¿Pero, qué ha pasado aquí?. ¿Cómo solucionar el tema?. Si nos remontamos a la antigüedad, recordaremos que existían los mecenas: personas de fortuna con una clara intención social. Gracias a ellos, los «trabajadores espirituales» podían dedicarse de lleno a su vocación, protegidos y mantenidos literalmente con todos los honores.
Otros «trabajadores espirituales«, sin mecenas, en el otro extremo del espectro social, vivían en chozas, y comían gracias a la «caridad» de sus vecinos. Los siglos han pasado, el mundo ha evolucionado, la tecnología en todas las áreas, incluso la médica, no deja de asombrarnos, y a pesar de todo ello necesitamos cada vez más a los «trabajadores espirituales«. Aumento de necesidad de trabajadores espirituales y disminución de oferta de «verdaderos» trabajadores espirituales, esa es nuestra realidad, y si no queremos que las cosas empeoren, creo que es el momento de hablar un poco de la energía del dinero.
Sí, el dinero es una energía, y el trabajo en cualquiera de sus formas también es una energía. Ambas energías responden a los mismos principios. Para graficarlo vamos a utilizar la analogía con la energía eléctrica. Sabemos que para hacer algo tan simple como encender una lamparita, necesitamos que exista un Sistema Eléctrico.

Dentro de este sistema, la energía va desde la fuente, y debe volver a la fuente. Así un cable va desde la fuente hacia la lamparita eléctrica llevando la energía, y un cable vuelve desde la lamparita, permitiendo la circulación de la energía desde la lamparita hasta la fuente. Esto completa el circuito eléctrico. Cualquier interrupción y el circuito deja de funcionar: la lamparita se apaga. El interruptor eléctrico cumple ese fin.

Imaginemos por un momento, que el trabajador espiritual es la fuente que entrega la energía, y la persona que recibe ese trabajo hace las veces de «la lamparita». En este caso deberá existir un cable por el cual la energía transitará hacía la lamparita. La energía que circulará por ese cable se llama «trabajo espiritual«. Su finalidad: encender la lamparita. Por ello, cuando un trabajador espiritual dedica su tiempo para ayudar a otro, le está entregando su energía, «le está acercando un cable».

Dijimos que como retorno de esa circulación energética necesariamente deberá existir «un cable» que vaya de la lamparita hacia la fuente, transportando energía. La energía que transita por ese «cable» de retorno es el dinero. De este modo para que se produzca un correcto intercambio energético, debe ir por un cable energía de trabajo y volver por el otro cable la energía del dinero.

Esto, en la Escuela del Dinero, se conoce como la Ley del Circuito Energético. La cantidad de energía de trabajo que se entrega, debe ser igual a la cantidad de energía de dinero que se recibe, esto se conoce como «ley de la Equivalencia». Con esa energía, con ese dinero, el trabajador espiritual comerá, se vestirá, capacitará, divertirá, y toda las otras cosas hermosas que se hacen con la energía del dinero, incluso comprarse un coche o una hermosa casa.

Si se niega el pago, el dinero no circula, la energía no retorna a la fuente y se ha interrumpido el circuito. La fuente no estará en grado de seguir proporcionando energía. La lamparita no dará luz. Algunas personas tienen «el don» de saber obtener dinero, otras tienen «el don» de «lo espiritual». ¿Por qué es tan difícil darse cuenta que cada uno debe darle al otro aquello que le es tan fácil conseguir?: eso que se sabía en la época de los mecenas, hoy se desconoce. ¿Será que no se desea que los trabajadores espirituales verdaderos ocupen las sillas que les corresponden por vocación?.

Afirmábamos más arriba que existe un aumento de necesidad de trabajadores espirituales y una disminución de oferta de «verdaderos» trabajadores espirituales. Esa es nuestra realidad.
Si queremos cambiar este estado de cosas, tendremos que entender y respetar la Ley del Circuito Energético y la ley de la Equivalencia. ¿Por qué no intercambiar con alegría aquello que tengo, por aquello que me falta?. Cuando lo hagamos, podremos ver en un circuito armonioso, circular a lo espiritual, y al dinero. Cada uno dando, con amor, lo que posee para el beneficio de todos.

Me imagino que Ud. lector ya se estará planteando varias preguntas, como ser: ¿qué sucede cuando la persona que necesita un «trabajador espiritual» está en la indigencia, y no puede pagar ni un céntimo?; ¿qué sucede cuando el «trabajador espiritual», se niega a cobrar por sus servicios?. En próximos artículos, iremos desarrollando esos temas.
Revista Crecimiento Interior Nº 80, Julio del 2003.

Autor: Dr. Dino Ricardo Deon

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