Los San Bernardo en Bariloche

Los San Bernardo en Bariloche

Los perros son parte indivisible del paisaje cordillerano.

Hace unos 40 años eran poco comunes y en el Centro Cívico uno podía encontrar desde monos hasta ciervos embalsamados.

El primer animal que sirvió como pretexto para sacarse una fotografía en el Centro Cívico de Bariloche no fue un perro sino un mono.

Después vinieron los ciervos de cartón y hasta uno embalsamado al que le comieron la cola y la cabeza una jauría de canes salvajes

Como en un cuento infantil con final feliz, por último llegó el perro:

El San Bernardo

En una época estuvo acompañado por siberianos.

Hoy perros y fotógrafos son una postal inalienable del paisaje cordillerano

Su historia se remonta a la década del ´60 cuando un puñado de fotógrafos de la época comenzaron a imaginar un negocio distinto al tradicional.

Hasta entonces la cosa era más bien rutinaria.

Pero volvamos al mono.

Del hombre no se conservan las señas pero se sabe que apareció a fines de los ´60 abrazado a un mono o al revés.

La idea era que la gente se tomara fotografías con el animal.

Pero las quejas no tardaron en llegar de parte de los vecinos.

El mono pasaba frío, estaba nervioso y claramente no era el tipo de animal apropiado para el ventoso clima patagónico.

Una señora de apellido Villalba, propietaria de un comercio en el centro de Bariloche, había comprado  un perro San Bernardo el que solía pasear…

Una lámpara se prendió sobre la cabeza de alguien en la zona:

¿ Si en lugar de un mono ponemos al perro para las fotos?,

Le preguntaron a la  dueña del  San Bernardo .

Ese fue el principio de la historia de los San Bernardo en Bariloche.

Ernesto Martínez fue el primer fotógrafo en comprar específicamente un cachorro de San Bernardo para ser fotografíado.

Lo trajo de Mendoza.

En verdad, el San Bernardo es originario de los Alpes Suizos.

La relación quedó picando para quienes vieron la oportunidad de ganarse el pan con este oficio naciente.

En Bariloche había inmigrantes de Alemania, Suiza, Austria, entre otros países de Europa,

El paisaje recordaba las cumbres del Viejo Continente.

Entonces la leyenda se hizo carne.

Martinez salió al Centro Cívico, con su vieja cámara y el perro y, sorpresa o no, comenzó a cosechar decenas, cientos de clientes cada día.

Otros fotógrafos siguieron su ejemplo comprando sus propios perros: Julio Nigro, José Caralota, Ricardo Chiesa, y tantos más.

Entre fines de los 60 y mediados de los 70, el perro no era una figura imaginable entre la nieve.

En las fotografías más corrientes se observaba a esquiadores que, en realidad, no esquiaban.

En otras palabras, los fotógrafos iban hasta las canchas del cerro Catedral cargando sus propios equipos de esquí, los que se «prestaban» a la gente para que protagonizaran una escena tipificado al habilidoso esquiador de sus sueños.

«Mucha gente ni sabía esquiar pero quería llevar una foto haciéndose los cancheros para Buenos Aires.

Uno de los primeros fotógrafos profesionales en trabajar en el Centro Cívico fue «Carlitos» poseedor de la llamada «cámara del fogonazo».

Antes de la digitalización un fotógrafo podía llegar a hacer 300 retratos por día.

Un número imposible de alcanzar hoy.

«Son tiempos que no van a volver, hoy tenés suerte si en temporada alta se hacen 30 ó 40 fotos en un día entero»,

Explica el Pipi, uno de los fotógrafos emblemáticos que tiene el cerro Catedral.

Para el Pipi no hay secretos, no hay leyendas acerca de la materia que lo tiene como trabajador full time.

«Es un oficio sacrificado.

Mi perro es mi hermano, mi mejor amigo, mi compañero, vengo temprano, lo hago correr y después trabajamos juntos.

Sin él yo no estaría acá ni comería», explica el Pipi,

Curiosamente el primer perro que trabajó de «San Bernardo para la foto», se llamó Brandy.

Un perro grande come cerca de un kilo de comida balanceada por día, más alrededor de 3 kilos de carne y, cada tanto, platos especiales con pollo y arroz.

El más voluminoso que se puede ver hoy en el Centro Cívico pesa 200 kilos.

Le pertenece a Virginia que considera que «Antu» tiene una energía que sólo se puede catalogar de espiritual.

El precio de las fotografías con un San Bernardo van de los 30 a los 100 pesos.

Nadie ha podido dilucidar porqué la gente elige retratarse una y otra vez con un perro de gesto cansado.

No lo saben los fotógrafos y, por lo general, lo ignora la propia gente.

EL  San Bernardo

Podemos tocarlo sin problemas».

Lo toco  como si tocara algo divino, nos muestra tanta ternura.

Aunque el  perro no se da por enterado.

Pero algo ocurre difícil de explicar.

La gente se olvida que esto para los dueños del San Bernardo, es un trabajo,

Un San Bernardo bebé, el animal más dulce del planeta después de un bebé panda.

Los rumores atraviesan las vidas de estas personas que por elección o necesidad ataron sus vidas a un perro gigantesco.

Hay quien dice que los drogan para que estén relajados y tranquilos, o que los maltratan cuando nadie los observan.

Personalmente no he notado nada que me llamara la atención.

Hay denuncias al respecto.

En la villa del señor, como suele decirse, hay de todo.

Pero la mayoría de los casos el vínculo entre dueño y perro, parece bueno.

Al fin de cuentas, ambos le deben la vida al otro.

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