María Livia – La mujer que dice ver a la Virgen – Su Historia

María Livia, la mujer que dice ver a la Virgen

La Iglesia pone en duda las apariciones.

SALTA

Dicen que, excepto los domingos, su único alimento es un plato de sopa y un pedazo de pan al mediodía y otro a la noche.

Y después de la oración de intercesión, que cada sábado hace durante cinco o seis horas por los miles de peregrinos que vienen a verla, suelen salirle llagas en la boca y estigmas internos.

Como a los santos.

Es María Livia Galeano de Obeid.

 Nacida en Orán, casada  con el contador Carlos Obeid, conocido aquí como Pupa, con quien tuvo tres hijos: Vanesa, que le dio tres nietos, Carlos  y Maximiliano .

Dice que desde 1990 ve y escucha a la Virgen.

A veces también a Jesús, que cuando ella está presente «descienden en cuerpo y alma».

Algo que desde la teología es difícil de explicar, excepto que se trate de la segunda venida de Jesucristo.

Según un familiar, de lunes a viernes hace las tareas de ama de casa y responde los cientos de mails y cartas recibidas por quienes la consideran una santa en vida.

Ese mismo familiar dijo a LA NACION que antes de las supuestas apariciones María Livia pesaba entre 45 y 48 kilos y que luego de comenzar el ayuno, paradójicamente, aumentó de peso hasta los 75 que pesa ahora.

Quienes conocen a la familia Obeid cuentan que, antes de todo esto, era un matrimonio con un buen pasar económico.

Su esposo fue propietario de una concesionaria de Chevrolet y ahora lo es de una de Citroën.

Ella era una mujer que cuidaba su imagen y su vestimenta.

Hoy mantienen su posición social, media alta, y ella viste generalmente con largas polleras grises, zapatillas y camisa blanca y usa el pelo recogido.

Un domingo por mes explica en una conferencia pública su experiencia y responde preguntas del público.

Muchos de los peregrinos que el día anterior fueron al cerro.

Esa exposición contrasta con la habitual reserva que caracteriza a personas vinculadas con otros casos, como el de la Virgen del Rosario de San Nicolás.

En la casa tiene una oficina de la fundación que preside y administra, además de organizar el rito religioso de cada sábado.

La fundación tiene un nombre atípico.

Se llama :

Yo soy la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús y está integrada por 120 personas.

Entre ellas figuran las monjas carmelitas; la familia Garat, que donó el predio del cerro, según el pedido de María Livia, y otras personas.

Una de las máximas autoridades de la asociación, que pidió no ser nombrada, dijo que la entidad tiene 250 «servidores» que integran el grupo de asistencia y vigilancia que asiste y controla que los peregrinos mantengan el orden en el cerro.

También informó que son 450 los «misioneros que traen peregrinos desde distintas partes del mundo».

El esposo de María Livia es quien cuida casi con obsesión cada detalle de las actividades de la organización.

Los salteños que lo conocen no se sorprenden.

Un vecino que lo conoce bastante bien dijo a LA NACION:

«Así condujo el club de Gimnasia y Tiro, en el que sus hijos jugaban al rugby, y los llevó a ganar una copa.

No hay duda de que es un hombre exitoso».

INTENTO DE DIÁLOGO

Las enseñanzas que imparte la supuesta vidente no son vistas con mucha simpatía por la Iglesia.

«Algunas veces dice cosas muy lindas, pero también comete muchos errores», dijo con preocupación un sacerdote que ha asistido a esos encuentros.

El padre Fernando Bellocq, presidente de la comisión creada por el arzobispo, dijo que intentaron generar un diálogo fraterno con los representantes de la fundación del cerro, María Livia y su esposo, pero que:

«No es fácil ponerse de acuerdo».

Además de la resistencia a entregar el psicodiagnóstico solicitado, llama la atención de los miembros de la comisión, que acumulan informes en un grueso expediente, la similitud de los mensajes que la señora María Livia dice recibir de la Virgen con los difundidos por Vassula Ryden, una laica griega nacida en Egipto que estuvo en Salta y cuyas manifestaciones fueron descartadas como no verdaderas por el Vaticano.

Guía LA NACION

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