La energía Índigo en Jóvenes y Adultos

La energía Índigo en Jóvenes y Adultos.

Los niños Índigo o la energía Índigo de los niñoS

La energía Índigo:

Muchos seres que hoy están en la tierra tienen esta energía.

Es una energía fuerte, dirigida, penetrante, capaz, innovadora, revolucionaria, iniciadora, evolutiva.

Es una energía que abre y quiebra, e inicia lo nuevo.

Se manifiesta muchas veces como rebeldía e insatisfacción ante lo preestablecido.

Impulsa a cuestionar las normas que carecen de sentido, a romper viejas estructuras como las familiares, culturales, religiosas, educativas, etc.

La energía Índigo en jóvenes y adultos:

Los seres que se ven impulsados por esta energía no pueden adaptarse a modelos establecidos y sufren cuando se los quiere encasillar en alguno.

Se resisten, desobedecen y se niegan a tener que adaptarse a un modelo que no responde a sus ideales o carece de sentido.

Estos seres quieren diferenciarse, luchan por no ser iguales a todos.

Están despiertos, muchos conscientemente, es decir saben lo que quieren, a dónde quieren ir y qué quieren lograr.

Aceptan las elecciones de los demás aunque no estén de acuerdo con ellas, pero continúan firmes en su propósito.

Otros, están despiertos también, pero no son conscientes de la energía que traen.

Saben más lo que no quieren que lo que quieren, y por esta razón muchas veces desperdician su energía e ímpetu queriendo romper aquello que rechazan, queriendo imponer sus ideas, cambiar a los demás o a los lugares en donde se encuentran.

Desaprovechan su energía y potencial intentando cambiar la vida de los otros forzadamente.

Resumidamente: estos seres saben lo que no quieren pero no logran saber lo que quieren, entonces su energía está dispersa o mal encauzada.

Muchas veces esto se manifiesta en enojo o deseo de destruir.

No saben sobre qué bases construir porque aún no logran detenerse y sentir hacia dónde los guía esta energía.

Los niños Índigo, o la energía Índigo de los niños:

Un niño con esta energía exigirá a sus educadores, maestros o padres, no ser visto como uno más del montón.

Deseará tener el espacio y TIEMPO para pensar por sí mismo lo que se le ofrece como aprendizaje, y si no lo encuentra es muy factible que pierda el interés por aprender, mostrándose desinteresado o desatando esta fuerza hacia la destrucción del espacio que no le permite sacar armoniosamente lo que necesita.

Para comprender a estos niños hay que reflexionar en lo siguiente: los adultos cargamos con la moral, la cultura y las reglas de conducta.

Estas son un filtro o un freno de las fuerzas que nos empujan a hacer y decir.

Si un adulto se encuentra en un lugar que no le agrada, hay tres opciones.

Una: se retira; dos, emite su opinión lo más respetuosamente posible.

Tres: hace silencio y acepta el lugar tal cual es.

Todas estas formas tienen que ver con códigos de comportamiento social, códigos que, por supuesto a falta de auto-conciencia, muchas veces necesitamos.

Bien, el niño que tiene esta energía no acepta códigos impuestos de afuera, e incluso muchas veces encuentra placer en romperlos.

Estos niños aceptan los códigos solo si los comprenden y tienen sentido.

Entonces, si no está el tiempo y el espacio para procesar lo que debo aprender, “aquí no tengo nada que hacer” piensa el niño, y busca la manera de salir de esta situación.

Qué formas encontrará, dependerán de qué tan grotesco y chocante sea el espacio en el cual se encuentre, de qué posibilidad de diálogo haya en dicho lugar y de qué educación haya recibido en su hogar.

Resumiendo, estos niños necesitan tiempo y espacio para procesar lo aprendido, y si esto no está, las consecuencias se harán ver.

Otra característica es que estos niños exigirán tener la posibilidad de experimentar y COMPROBAR esta verdad que se les está presentando tan abstractamente.

Ellos aprenden por participación, desean ser autores o coautores de la vida que viven.

Como educadores debemos encontrar esta fórmula en la educación, y un punto que podrá ayudarnos cuando resulta difícil llevar a la práctica un conocimiento, es que luego de cualquier actividad ofrecida siempre haya una instancia de reflexión grupal.

Una instancia de participación.

Estos niños cuentan con un alto grado de energía, y si en general llevan una vida sedentaria o de poco movimiento corporal, a menudo esta energía supera sus cuerpos; los niños parecen desbordarse, se tornan sobreactivos, ansiosos, impulsivos, con una inconformidad constante que fácilmente se desvía hacia la rebeldía o agresividad.

Los niños con energía Índigo no aceptan órdenes impuestas, y cuando se encuentran ante personas autoritarias se muestran desinteresados y cuestionadores.

No aceptan un “No porque no”.

Quien quiera llegar verdaderamente al alma de estos niños, deberá ganarse ese privilegio.

No es un simple conquistar su amor, ni calmarlo fácilmente.

Deberán escucharlos, verlos, comprenderlos sinceramente.

Deberán sentir genuino interés por ellos.

Estos niños piden un reconocimiento de alma a alma.

No se trata de una táctica donde se busque ganarse al niño para que no cause problemas.

Hay que cambiar el sentir de no conocer al niño y hacer un gran esfuerzo para llegar a él, por sentir que ya se ha estado con este niño y se ha pactado en algún lugar este encuentro.

Es re-conocerlo.

Es como si el adulto volviera a ver al niño nuevamente.

Ahora solo hay que recordar cómo era esta relación, vivir el amor que los unía.

Mucho de lo nuevo aparecerá cuando reconozcamos que a este niño ya lo conocemos, que es más que un niño y que yo soy más que su padre, docente o terapeuta.

Una vez que se haga consciente esto, la relación se transformará y llegaremos al niño desde un nuevo lugar.

Se abrirá la intuición y con ella nuevos canales por donde llegarán ideas, formas, palabras que harán más profunda y verdadera la relación con el niño.

Estos niños no querrán ser tomados como chiquillos que nada entienden y que nada saben, querrán una relación simétrica, donde todos se respeten desde el lugar en donde están.

Muchas veces se los trata como desinteresados, vagos o sin motivación; nada más alejado que esto.

Son niños que tienen un fuerte y vivo deseo de aprender.

Quieren conocer el mundo, lo aman, el amor les quema adentro.

Quieren saber qué pueden hacer en él y cómo pueden transformarlo.

Pero cuando el aprendizaje se hace monótono, un simple repetir teorías y fórmulas, estos niños no encuentran cómo canalizar su amor e interés, y es necesario descargar el fuego afuera.

Si logran unir la experiencia con el aprendizaje, serán niños inteligentes, y cuando digo inteligentes me refiero a que serán rápidos en captar lo importante, y profundamente interesados.

Pero como adultos dedicados a la educación, ¿sabemos lo que es importante?

¿Nos hemos preguntado para qué se aprende cada cosa o qué es lo que verdaderamente importa aprender en cada momento?

Nuevamente volvemos a los adultos.

Hay que despertar el discernimiento y rescatar qué quiero despertar en el niño.

Estos pequeños seres quieren nuevas formas de aprender, y este es el mayor problema que tienen en la escuela.

La escuela con su viejo sistema no les despierta el sentir, solo apela al frío pensar.

Para el niño hay un abismo entre este modo de aprendizaje y lo que él puede llegar a dar.

Quieren adultos creativos, valientes, capaces de renovar sistemas.

No hace falta cambiar la escuela toda, o todos los sistemas de creencias familiares.

Olvídese de la frase que respalda su comodidad o que lo hace sentir impotente:

“No hay lugar para nuevas ideas en esta sociedad”, “la directora de esta escuela no acepta nuevos emprendimientos”, “los padres me lo cuestionarán”, “tengo miedo de perder el control de mi hijo” o “qué dirán de mí mis familiares, pensarán que he perdido la razón”.

No se trata de perder la razón, se trata de unir la razón y el corazón, pues de esta manera seremos siempre coherentes, cuidadosos y conscientes.

Usted, de la puerta para adentro de su hogar, de su grado, de su espacio personal, puede ser un ser vivo y dinámico.

¡Que corra fuego por sus venas!

¡Que haya pasión, que arda su corazón, y que ese fuego construya lo nuevo!

Salga a la vida a conquistarla, no a entregar su individualidad, su cualidad como hombre único.

No lo haga con usted, no lo haga con el niño.

Este contenido corresponde a un extracto del Curso a Distancia “Los Niños de Hoy” .

Aportado por Nancy Ortiz

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