4 de Junio de 2017- Pentecostés – Celebración del Espíritu Santo.

4 de Junio de 2017 – Pentecostés

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.

De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban.

Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos.

Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.

Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo”.

En Pentecostés (ó Domingo de Pentecostés) se celebra el descenso del Espíritu Santo y el inicio de la actividad de la Iglesia, por ello también se le conoce como la:

Celebración del Espíritu Santo.

Siete semanas son cincuenta días, de ahí el nombre de “Pentecostés” (= cincuenta) que recibió más tarde.

La fiesta de Pentecostés es uno de los Domingos más importantes del año, después de la Pascua.

En el Antiguo Testamento era la fiesta de la cosecha y, posteriormente, los israelitas, la unieron a la Alianza en el Monte Sinaí…

Cincuenta días después de la salida de Egipto.

En el calendario cristiano con Pentecostés termina el tiempo pascual de los 50 días.

Los cincuenta días pascuales y las fiestas de la Ascensión y Pentecostés, forman una unidad.

No son fiestas aisladas de acontecimientos ocurridos en el tiempo, son parte de un solo y único misterio.

Aunque durante mucho tiempo, debido a su importancia, esta fiesta fue llamada por el pueblo:

Segunda Pascua

La liturgia actual de la Iglesia, si bien la mantiene como máxima solemnidad después de la festividad de Pascua.

No pretende hacer un paralelo entre ambas, muy por el contrario, busca formar una unidad en donde se destaque Pentecostés como la conclusión de la cincuentena pascual.

Vale decir como una fiesta de plenitud y no de inicio.

La fiesta de Pentecostés, es el segundo domingo más importante del año litúrgico en donde los cristianos tienen la oportunidad de vivir intensamente la relación existente entre :

La Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida del Espíritu Santo.

4 DE JUNIO DE 2017

PENTECOSTÉS

Fiesta grande para la Iglesia.

Con el Espíritu Santo tenemos el espíritu de Jesús y entramos en el mundo del amor.

Gracias al Espíritu Santo cada bautizado es transformado en lo más profundo de su corazón.

Pentecostés fue un día único en la historia humana.

En la Creación del mundo, el Espíritu cubría las aguas, “trabajaba” para suscitar la vida.

En la historia del hombre, el Espíritu preparaba y enviaba mensajeros, patriarcas, profetas, hombres justos…

Indicaban el camino de la justicia, de la verdad, de la belleza, del bien.

En la plenitud de los tiempos, el Espíritu descendió sobre la Virgen María, y el Verbo se hizo Hombre.

En el inicio de su vida pública, el Espíritu se manifestó sobre Cristo en el Jordán, y nos indicó ya presente al Mesías.

Ese Espíritu descendió sobre los creyentes la mañana de Pentecostés.

Mientras estaban reunidos en oración, junto a la Madre de Jesús, la Promesa, el Abogado, el que Jesús prometió a sus discípulos en la Última Cena, irrumpió y se posó sobre cada uno de los discípulos en forma de lenguas de fuego .

Desde ese momento empieza a existir la Iglesia.

Por eso es fiesta grande, es nuestro:

“Cumpleaños”.

Lo explicaba san Ireneo (siglo II) con estas hermosas palabras:

“Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia.

El Espíritu es la verdad.

Con el Espíritu Santo tenemos el espíritu de Jesús y entramos en el mundo del amor.

Gracias al Espíritu Santo cada bautizado es transformado en lo más profundo de su corazón, es enriquecido con una fuerza especial en el sacramento de la Confirmación, empieza a formar parte del mundo de Dios.

Benedicto XVI explicaba cómo en Pentecostés ocurrió algo totalmente opuesto a lo que había sucedido en Babel (Gen 11,1-9).

En aquel oscuro momento del pasado, el egoísmo humano buscó caminos para llegar al cielo y cayó en divisiones profundas, en anarquías y odios.

El día de Pentecostés fue, precisamente, lo contrario.

“El orgullo y el egoísmo del hombre siempre crean divisiones, levantan muros de indiferencia, de odio y de violencia.

El Espíritu Santo, por el contrario, capacita a los corazones para comprender las lenguas de todos.

Reconstruye el puente de la auténtica comunicación entre la tierra y el cielo.

El Espíritu Santo es el Amor” 

Por eso mismo Pentecostés es el día que confirma la vocación misionera de la Iglesia:

Los Apóstoles empiezan a predicar, a difundir la gran noticia.

El Evangelio, que invita a la salvación a los hombres de todos los pueblos y de todas las épocas de la historia, desde el perdón de los pecados y desde la vida profunda de Dios en los corazones.

Pentecostés:

Fiesta grande para la Iglesia.

Es una llamada a abrir los corazones ante las muchas inspiraciones y luces que el Espíritu Santo no deja de susurrar, de gritar.

Porque es Dios, porque es Amor, nos enseña a perdonar, a amar, a difundir el amor.

Podemos hacer nuestra la oración que compuso el Cardenal Jean Verdier (1864-1940) para pedir, sencillamente, luz y ayuda al Espíritu Santo en las mil situaciones de la vida ordinaria, o en aquellos momentos más especiales que podamos atravesar en nuestro caminar hacia el encuentro eterno con el Padre de las misericordias.

“Oh Espíritu Santo,
Amor del Padre, y del Hijo:

Inspírame siempre lo que debo pensar,

lo que debo decir, cómo debo decirlo,

lo que debo callar, cómo debo actuar,

lo que debo hacer, para gloria de Dios,

bien de las almas y mi propia santificación.

Espíritu Santo:

dame agudeza para entender, capacidad para retener,

método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, gracia y eficacia para hablar.

Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar.

Amén” (Cardenal Verdier).

Autor: P. Fernando Pascual

Fuente: www.catholic.net

 

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