Por qué hay un Día del Camino – 5 de Octubre

¿Por qué hay un Día del Camino?

No siempre es fácil comprender por qué nuestro país marca en el calendario, y con tanta pompa, un Día del Camino.

Países que tienen un desarrollo vial mucho más denso y extenso que el nuestro no dedican un día a conmemorar algo cuya importancia, desde el hombre de las cavernas, es tan obvia.

En realidad nuestro festejo es un eco de situaciones del pasado que merecen recordarse.

Resulta que aquí, como en todos lados, las huellas que eran seguidas por las carretas y las arrias de mulas poco a poco fueron reemplazadas por el camino de hierro llamado ferrocarril.

Nuestro territorio tuvo la particularidad de que quienes contaron con la tecnología y los capitales para el desarrollo ferroviario fueron los ingleses, quienes casi sin ningún problema terminaron siendo dueños de la mayoría de las líneas importantes inclusive la que llegaba a San Juan.

No sólo explotaban el negocio del transporte de cargas y pasajeros sino que además se les había cedido cientos de kilómetros cuadrados a ambos lados de las vías.

Condición indispensable para que hiciesen las inversiones.

Con estas tierras especularon e hicieron negocios durante décadas.

Sus ganancias fueron importantísimas en todos los rubros que explotaban.

Hay quienes han llegado a pensar que las redes ferroviarias se construyeron teniendo en cuenta más los intereses de Londres que los nuestros.

Tanta singularidad motivó varias reacciones nacionalistas y celebrar el Día del Camino es una de ellas.

Luego del fin de la Primera Guerra Mundial, después de 1918, comenzó a popularizarse cada vez más el uso del automóvil.

Entre otros modelos surgieron los legendarios Ford T, como otros utilitarios que no sólo podían transportar pasajeros sino también mercaderías y cargas en general.

Hubo que comenzar a mejorar los caminos que hasta entonces utilizaban las carretas y proyectar otros nuevos.

Algunos dirigentes pensaron que no era posible dejar nuevamente todo en manos extranjeras.

Se defendió el principio de que rutas y caminos debían ser construidos y conservados por el Estado nacional o los provinciales.

Ni pensar que los ingleses se adueñaran del nuevo sistema de transporte.

De allí el énfasis en denominar «Ruta Provincial Nº tanto», «Ruta Nacional Nº 40», y así sucesivamente.

Una forma de señalar que eran bien nuestras y de allí la necesidad de marcar este principio con la celebración de un:

Día del Camino.

Del Camino Nacional, deberíamos agregar.

Y es lo que ahora conmemoramos.

Recorriendo la historia descubrimos que el primer camino construido en el territorio de la provincia fue hecho por un gigantesco imperio del cual nuestros pueblos originarios eran vasallos.

Era nada menos que el camino del Inca, cuyo trazado todavía se puede observar en ciertas partes de los departamentos cordilleranos.

Era una vía larguísima que nos comunicaba con el Cuzco en Perú y desde allí se podía viajar hasta los límites con Colombia.

Fue un camino bien consolidado, seguro y sobre todo bien mantenido.

El único inconveniente era que quien deseara desplazarse por él debía hacerlo a pie.

Los Incas nunca utilizaron la rueda por lo que no dispusieron de carretas o cosas parecidas.

Tampoco tenían animales de tiro o algunos que pudieran ser montados.

Caballos y mulas fueron introducidos por los conquistadores españoles.

El único animal que los Incas utilizaron para el transporte fue la llama.

Podía transportar pequeñas cargas, nunca un hombre montado.

Si se quería viajar no había más remedio que caminar.

La ventaja consistía en que cualquier parte del trayecto era muy segura ya que los soldados mantenían a distancia a todo miembro de una tribu hostil que pudiese amenazar a comerciantes, recaudadores de impuestos o funcionarios que a diario utilizaban el camino.

La conquista española implicó el derrumbe de la sociedad y el imperio inca.

La construcción y mantenimiento de las rutas quedó a cargo de los vencedores.

El Estado español se caracterizó porque, al menos en lo que ahora es nuestro marco provincial, nunca hizo nada (y esto durante 250 años) para desarrollar una red de transporte.

En este aspecto, como en otros tanto, nunca pudieron llegarle ni a los tobillos a los planificadores y constructores incas.

Los caminos o más bien las sendas y huellas quedaron en manos de los particulares.

Las fueron trazando y consolidando de puro recorrerlas no más.

La más importante era la vía que nos comunicaba con Mendoza, que era en realidad una senda que los huarpes del valle del Tulum utilizaban para comunicarse con los huarpes del valle del Uco.

Por ella viajó Juan Jufré para fundar nuestra ciudad y la traza estaba un poco más al oeste que la actual ruta 40.

El camino antiguo salía desde la esquina colorada y se marchaba faldeando los cerros de la precordillera.

A medida que el tránsito se fue intensificando se hizo necesario establecer postas para que hombres y animales pudieran descansar y abrevarse cada tanto.

De allí irán surgiendo Pocito, Carpintería, Cañada Honda, Retamito, Ramblón.

Cuando los ingenieros ingleses tendieron el ferrocarril fueron lo suficientemente sabios como para hacerlo sobre el viejo camino de los huarpes y transformaron las postas de carretas en estaciones ferroviarias.

El camino ancestral, como luego el ferrocarril, discurría por un suelo firme, pedregoso y seco.

Más al este la zona era pantanosa, llena de cañaverales y totorales e inclusive había una gigantesca laguna casi en lo que ahora es el límite interprovincial.

Todos estos humedales eran alimentados por derivaciones de las aguas de los ríos Mendoza y San Juan, que se perdían sin remedio.

El ferrocarril trajo la posibilidad para ambas provincias de multiplicar por 30 la superficie cultivada, por la sencilla razón que ahora se podía transportar toda la carga que se quisiera.

Antes la producción estaba limitada a lo que podían cargar las carretas, que era poco y resultaba caro.

Se comenzaron a cavar nuevos canales de riego, más eficientes.

Se desarrolló una importante red de drenes y se dejó de perder agua.

Toda fue utilizada para darle vida sobre todo a los cultivos de vid, que se fueron haciendo cada vez más numerosos.

El mejor aprovechamiento del agua hizo que humedales y lagunas se secaran y a principios del siglo XX se comenzó a delinear un camino que, con el tiempo, sería el tramo de la Ruta Nacional 40 que hoy une nuestra ciudad con Mendoza.

Insistimos, Ruta Nacional, bien nuestra podríamos decir.

Nada que ver con el sistema de transporte ferroviario que era inglés por su concepción y por sus propietarios.

Hoy los parámetros de decisión son nuevamente distintos.

Hay mayor pragmatismo, no importa que el capital destinado a la construcción de una ruta o una autopista sea público o privado.

No importa que los empresarios dispuestos a construir sean extranjeros o nacionales.

Lo que importa es que sean eficientes y honestos.

Que respeten un equilibrio entre necesidades e intereses públicos y particulares.

Si todo esto se hace así, bienvenidas las nuevas rutas o al menos la mejora de las existentes.

Defender este nuevo concepto es una buena forma de festejar el Día del Camino.

Sino, estaríamos viviendo en el pasado.

Fuente:Edgardo Mendoza

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