Tu Poema – Tu Vida – Carmen Santiago

TU POEMA, TU VIDA

Somos el Alma, la Conciencia expresándose a través de un instrumento.

La personalidad  compuesto por el cuerpo, las emociones y el intelecto.

Sucede que cuando estamos plenamente identificados con el instrumento, sólo nos interesan las cosas de su mundo:

La fama, el dinero, el nombre, las posesiones, etc.

Pero cuando nos reconocemos como la conciencia que habita el cuerpo empezamos a descubrir esa otra realidad que nos hace trascender este mundo y desarrollamos otro conjunto de valores que le aportan a la vida un brillo y un significado especial.

Iniciamos así el descubrimiento de nuestra conciencia inmortal.

La dualidad de “alma y cuerpo”, que aparentemente divide el mundo en dos partes, una superior, inmortal y divina y la otra inferior, mortal, perecedera está presente en todas las tradiciones espirituales de la humanidad.

Pero si consideramos lo material como el mal y lo espiritual como el bien empezamos a dividir lo indivisible.

Es como querer separa a Dios Padre de Dios Madre.

O al Creador de su Universo.

Lo que tiene de verdad la materia es el mismo espíritu que la anima y la conciencia que es el alma que le da forma en esa gran red de vida y conciencia que llamamos Universo.

Cuando separamos al espíritu y a la materia y los colocamos en ámbitos diferentes estamos auspiciando una ruptura en la misma percepción de la vida.

De ahí que se ha creado un sistema de falsos valores que le ha hecho mucho daño a nuestro mundo.

Por ejemplo, hay quien puede ser muy espiritual en el Templo, en la Iglesia; pero como percibe el mundo de los negocios como perteneciente únicamente al ámbito material, puede ocasionar daños a terceros sin remordimiento alguno porque en ese mundo su Ley es la ganancia.

Y cuando no se reconoce la divinidad en la materia se puede, sin sentir culpa alguna, contaminar, depredar y dañar la naturaleza sin misericordia.

Si miras atentamente las estrellas y te dejas embargar por su belleza podrás ver el rostro de Dios Madre en su titilar y si buscas su aroma, la rosa lo esparce libremente al viento.

Mi papá me decía que a pesar de que el hombre ha llegado a hacer grandes cosas no ha podido producir un solo pétalo de rosa.

– Sólo Dios, hija, sólo Dios – decía.

Las rosas rojas sobre su ataúd, el día de su entierro, expresaban tanta vida que la muerte se desvanecía como el espejismo más grande de la vida en la forma.

Si reconocemos lo divino en la materia, estamos reconociendo a la Madre Divina.

No se trata de alejarnos de la personalidad sino de transformarla imbuyéndola de alma, de conciencia.

El trabajo que vinimos a hacer a este mundo es transformar la materia con la Luz del Alma de acuerdo al diseño divino.

Y la materia que nos toca transformar es la de nuestro cuerpo, nuestras emociones y deseos, y nuestros pensamientos.

Recuerdo que en los Congresos del Nuevo Pensamiento poníamos, en la entrada del salón, un gancho de ropa bien adornado con un letrerito que decía:

“Deja colgada tu personalidad aquí”.

La pretensión era entrar como almas sin que la personalidad nos acompañara…

Me pregunto cuántos lo lograrían.

Yo no.

Mi cuerpo mental estaba atento a todo ese caudal de conocimiento que se despliega en los Congresos del Nuevo Pensamiento, mi cuerpo emocional se gozaba de las experiencias vividas y confieso que mi cuerpo físico siempre estuvo allí conmigo.

Para todos nosotros, habitantes de este mundo, existe solo una vida, la de todos los días, la cotidiana, con sus momentos de exaltación y sus momentos de tristeza, con los problemas y toda la secuela de experiencias que aporta la vida en la materia.

De lo que se trata es de afinar el instrumento para que la Conciencia pueda expresar su acorde divino.

Si la personalidad es como un violín, el violinista es la Conciencia (el Alma) y la Partitura, el diseño divino.

Si guardamos el violín, el violinista no puede tocar y el mundo se queda sin la música del Alma.

Si el violín está desafinado, el Alma no puede ejecutar bien la música, aunque conozca bien la Partitura.

Nos toca afinar nuestro instrumento de manera que pueda vibrar en las más altas frecuencias.

Esa es la verdadera “obra alquímica”, la transmutación que la vida espera de ti.

Tu tarea, tu responsabilidad, el regalo que le ofreces a la vida.

Por eso decimos con el poeta, caminante no hay camino, se hace camino al andar viviendo cada experiencia, extrayendo el aprendizaje oculto en cada cosa que nos presenta la vida.

Nuestra presente encarnación es nuestro karma y también nuestro dharma.

Es la oportunidad evolutiva que tenemos a la mano.

La Enseñanza de la Sabiduría nos ayuda a vivir, pero solo cuando ponemos en práctica lo aprendido.

Cuando nuestra vida diaria refleja su gloria.

Entonces podemos decir que conocemos la enseñanza.

Ahora cuando medito le pido a la mente que se venga conmigo, que no se distraiga, porque la necesito llena de luz para el trabajo.

A mi cuerpo emocional le pido amorosamente que no se resista a las vibraciones luminosas que se alcanzan en los estados de meditación para que aprenda a amarlo todo, y a los elementales de mi cuerpo, que no desperdicien la oportunidad de alimentarse de esa luz.

El Maestro Omraam Mikhael Aivanhov nos advierte en sus libros que la personalidad siempre tiene que estar vigilada por “su amo” porque cuando el amo está presente ella se comporta bien.

El amo es la Conciencia, es el Alma.

Pero si el “amo” abandona su puesto de vigilancia, se instala el caos en la vida y somos arrastrados como hoja que se la lleva el viento, víctimas de un destino que podemos dirigir con sólo saber quiénes somos y actuar de acuerdo a lo que somos, la Vida Consciente encarnada.

De ahí la necesidad de mantener un nivel vibratorio que nos permita establecer la armonía en nuestra vida para que el Alma infunda con su Luz a la personalidad.

Esta es la razón por la cual todo discípulo, en un momento de su vida tiene que trabajar con la energía del Cuarto Rayo de Armonía, Belleza y Arte.

La armonía es la síntesis de todas las cualidades, de todas las virtudes reunidas, cuando trabajamos con la armonía tocamos el corazón de las cosas, el Alma Universal, el Centro de donde proviene la energía que todo lo transforma y organiza.

El Cuarto Rayo entona las distintas frecuencias que componen la personalidad con la frecuencia del Alma, uniéndolas.

Su palabra de poder.

“Dos se fusionan en uno” nos da la clave de su función.

Fusionemos la personalidad con el Alma, llenémosla tanto de la vibración del Alma que ya no se encuentre a sí misma, sino que más bien, en su lugar, aparezca el Alma, aparezcas tú.

En la vida de todos los días se construye el sendero espiritual.

Cada experiencia es un aprendizaje del Camino.

Tu tarea, tu misión está delante de ti, en lo cotidiano.

Tu vida es tu obra de arte, tu poema.

Extrae de tus vehículos la esencia sagrada oculta en la materia y un día, cercano o lejano, ellos te devolverán la imagen del Espíritu.

Con amor profundo,

Carmen Santiago
[email protected]

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