Las otras etapas de la Vida – Madurez Humana – Búsqueda Espiritual

Las otras etapas de la Vida – Madurez Humana – Búsqueda Espiritual

Textos para aquellos que buscan la integración entre madurez humana y búsqueda espiritual.

INTEGRACIÓN DE LA ETAPA DEL ADULTO MAYOR

CON LAS OTRAS ETAPAS DE LA VIDA.

El crecimiento humano es inclusivo.

La vida humana y la vida espiritual

Al ser un único camino de crecimiento, no se resuelven en una sola y determinada etapa de la existencia sino en el proceso de la vida toda.

Por lo mismo, no hay que quedarse con una “parte” de ella.

Cada etapa de la vida humana y espiritual involucra las otras, no hay que saltear ninguna.

Una vida madura es aquella que, en cada momento, incorpora la armonía del conjunto.

La madurez no se realiza “recortando” sino integrando cada etapa, como ciclos inclusivos en los que unos se incorporan a los otros y hacen al todo.

Esto no implica que el conjunto de las etapas sean uniforme, cada una tiene sus propias características.

La transición de una a la otra, siempre conlleva una cierta “movilización”, una “crisis” de adaptación y superación.

No hay que idealizar, ni demonizar ninguna etapa de la vida, todas tienen límites y posibilidades, luces y sombras.

Todos los ciclos vitales son necesarios, ricos y complejos, en cada uno se condensa “cualitativamente” lo vivido anteriormente.

No se agrega, ni se adiciona, ni se suma sino que se asume lo vivido ya que “resignifica” lo anterior posibilitándonos ver de manera diversa, desde otro ángulo de compresión.

Las mismas realidades de nuestra propia vida las valoramos, sucesivamente, con la percepción del niño, del adolescente, del joven, del hombre maduro y del adulto mayor.

En cada ser humano conviven y coexisten el niño, el adolescente y el joven que fui, el hombre maduro que soy y también se incorporará, si Dios así lo quiere,  el adulto mayor que seré, el que va llegando lentamente con el paso inexorable del tiempo.

Lo que he sido, lo que soy y lo que seré: todo queda asumido y potenciado, vivido e interpretado.

La vida no es la “suma” sino la “integración”, la asunción, la aceptación de todo, nada queda excluido.

Cada experiencia tiene el sello de haber sido vivida.

Si todas las etapas humanas coexisten en la persona y en el presente, entonces, cada uno se puede conectar con ese niño interior, con ese joven que aún tiene los mismos sueños, con ese hombre maduro que busca el equilibrio,

Con ese anciano sabio que conoce nuestras experiencias.

Todos ellos, contienen y despliegan, la riqueza y complejidad de un único “yo”, todos ellos son yo mismo.

Soy el mismo y soy distinto a la vez, soy el mismo de diverso modo.

La esencia, permanece y perdura, lo que no cambia en medio de los cambios.

Soy este “yo” con su particular universo personal, el que se ha ido enriqueciendo y construyendo, en su identidad, a través de la historia y de las relaciones que lo han forjado.

La vida se resuelve en la unidad, cada vez más completa, de sí misma.

La vida no se resuelve en una sola etapa.

En verdad, no se “resuelve”, no se “soluciona” como si fuera un problema matemático a través de una fórmula.

No hay un manual, una receta o un consejo para la resolución de situaciones vitales.

La vida se “vive”, se “experimenta”.

Es un “todo”, una unidad cuya sucesión de momentos se han vivido como etapas, ciclos o fragmentos de un único abanico que se ha ido desplegando con el tiempo.

Todo lo vivido ha sido necesario, conveniente y providente, todo ha sido útil para el crecimiento, para el bien.

Todo lo que ocurrió, convino, sumó.

Nos hizo optar, ha servido para crecer y amar.

La sabiduría de la vida se va adquiriendo en el mismo vivir, paso a paso, a cada etapa le corresponde una cierta madurez.

Cada vez que uno aprende de lo vivido, sea niño, joven o adulto, se va haciendo más sabio, va…

“Amasando” y moldeando su propio vida.

La existencia humana es la vida toda en cada una de sus etapas, no hay que tratar de resolverla en una sola.

Ningún ciclo puede excluir el resto,ninguno es más importante que los otros.

Al contrario, cada período necesita del otro para aportar al crecimiento en su conjunto.

La persona humana se despliega en torno a su centro: somos uno y somos, todo lo que hemos sido, a la vez.

A propósito de lo que venimos tratando, hay un texto, muy breve de Jorge Luis Borges en el libro “El Hacedor” que dice así:

“Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo"

A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas.

Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas, traza la imagen de su cara”.

Este hermoso texto de Borges nos hace descubrir que tratando de describir el mundo, cada uno de nosotros sólo está intentado comprenderse a sí mismo.

Es preciso contemplar en el propio rostro el que es y el que ha sido.

El de ayer y del hoy.

La vida va juntando todos nuestros fragmentos y va haciendo una sola construcción.

En nuestra percepción interior, seguimos siendo siempre, esencialmente, el mismo, aunque pasen los años.

Nos sentimos casi como antes como cuando éramos jóvenes o incluso niños.

En definitiva, la vida espiritual, al igual que su vida humana en todas sus etapas, se resuelve en el amor.

La vida es un camino de sentido único.

Siempre avanzando, nunca retrocediendo, ni quedándose, ni mirando atrás, el camino es para transitarlo, viene a nuestro encuentro.

La vida nos abraza por todos lados, no nos deja escapar.

Camina infatigable, prosigue sin descanso y sin pausa.

Siempre, siempre hacia delante, abarcando todas las etapas, incluyéndolas en un mismo todo, en una única unidad, en un solo crecimiento.

Eduardo Casas – Espiritualidad integral e integrada:

El lado humano de la fe.

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